La patria es España. La patria es negar a España: eso ya es más fácil. La patria es el pasaporte, o avergonzarse de él. Es amor a mi pueblo, y rechazo del de al lado. O es el planeta Tierra, ese "punto azul pálido" en medio del infinito (Carl Sagan). La patria es la casa común, o lo que les salga a los míos de las puntas de sus almas. Es mi familia, y por ella yo mato. Es donde cuelgo mi sombrero; es donde chupo la sangre ajena. La patria es mi bolsillo o mi domicilio fiscal, o es mi dios. La patria se come y se toca. O no se toca porque es ideal... o porque como pongas tus sucias manos encima de Ella, te encierro. Por mi infame patria soy capaz de condenarte al gueto que no se ve: charnego, marica, rojo de mierda, fascista cabrón.

La patria "es el último refugio de los cobardes", alguien dijo en Senderos de gloria, una película sobre las canalladas que se hacen en su nombre: mandar a chicos inocentes a hacer la guerra a otras patrias. Mi patria son mis colores, es el cuerpo de mi amante o es un antebrazo erizado y unos ojos como de venado beodo. Es una bandera y un himno, los míos, justo los contrarios de los de mi enemigo. Bien mirado, mi patria es mi enemigo: vivo por él. La patria podría ser amaos los unos a los otros, pero, llegado el caso, es fusilaos por tandas contra una tapia. La patria es bipolar como un médico londinense de R.L. Stevenson. En un feminismo trivial, a la patria se la llama matria sin atender a la etimología ni al decoro. Patria es quizá la palabra más prostituida de la historia. En nombre de la patria se bautizaron misiles.

Para el dueño de Ferrovial -accionista de control y primer ejecutivo-, la patria fiscal son los Países Bajos, un paraíso sin cocoteros; patria es bajos impuestos para su patrimonio y su matriz cotizada, y lo es captar nuevos capitales con que aumentar el valor de su empresa, más global que española. Hace lo que quiere hacer, y lo hace legalmente. Lo malo es que la decisión se adobe con el vinagre de que España es una patria que no ofrece seguridad jurídica, a pesar de llevar varios años sin pagar impuestos societarios, también de forma legal. Los patriotas anti-Sánchez aplauden a Del Pino, porque su marcha -una mala noticia- señala al Gobierno como una banda dañina para la economía de la patria. Podría el empresario haberse evitado tal coartada moral, como de mala conciencia. Y su daño: nadie debe hablar mal de su madre en público. Tampoco, claro, un gobernante debe precipitarse, y señalar a empresarios de primer orden como "malos patriotas". Sí emprender, como hace ya, medios legales para desincentivar las fugas.

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