Pedir perdón

López Obrador no deja de ser un ejercicio de la más pura, simple, burda ybarata demagogia

Pedir perdón es un arte. En absoluto sencillo. Es más: hay ocasiones, aunque se reconozca internamente el error, que puede más el ego personal que confesar públicamente la equivocación. Pero si logramos superar esta fase uno, inmediatamente acude a su acecho la fase dos: pedir perdón. Y es ahí donde, seguro, nos solemos encallar cual barco que navega a la deriva.

Saber en cuál de ambas fases se encontrará nuestro monarca Felipe VI o nuestro Papa es tremendamente complicado. Mucho más si se trata del Papa, cuyo acto penitencial implica el desarrollo de más fases aún que las propuestas (examen de conciencia, dolor de los pecados…). Y no es que no lo quieran hacer, no. Es que se saben utilizados y se niegan a ello. Utilizados no sólo por el Sr. Obrador, mexicano él. Demasiado evidente. Manejados por otros, en fase de diluir conceptos y establecer estrategias electorales que difuminan los motivos reales donde tienen que cocerse los discursos de campaña. Quizás también vaya por ahí.

Comprenderán que si la cosa no tiene ese interés y tufillo electoral, dadas las fechas en que se promocionan los "oficiales" comunicados, carecería de sentido que un estadista de la talla del Sr. Sánchez y un ministro del empaque del Sr. Borrell, entren al trapo a algo que nunca tuvo pies ni cabeza y que, curiosamente, sólo ellos, han considerado comentar cuando ni tan siquiera les dieron vela. Sólo ellos. Al menos, coincidirán conmigo, curioso.

Llegado el momento, como insta con rotundidad el ínclito López Obrador, de satisfacer lo que depara la contrición, entraríamos en una tercera fase. ¿Cómo lo hacemos?. Y si lo hacemos, ¿será suficiente al recuento de votos mexicano, o más bien, al cercano español de las próximas elecciones? Evidentemente lo de López Obrador no deja de ser un ejercicio de la más pura, simple, burda y barata demagogia. Como Franco ayer. Como Hernán Cortés hoy.

No desesperen. Estoy plenamente convencido que veremos a nuestros políticos hablando de capitulaciones, de reconquista y hasta del medievo y sus aberraciones. Tiene sentido. Está de moda. Atrás quedaron la decadencia económica, las cifras de paro, el déficit de la Seguridad Social, las conquistas sociales… incluso la independencia catalana. ¿Para qué, si las elecciones se meditan en cuaresma? ¿Para qué, si arrastramos un pecado de más de quinientos años? Lo dicho, el tema de moda. Quizá sigan creyendo que los españoles somos algo así como medio gilones, ¿no creen?

Terminemos. No sé a Vdes., pero a mí me consuela al menos que ni Felipe VI ni el Papa hayan salido al encuentro de semejante discurso. Vamos, que no han dicho ni mu. Que servidor sepa, claro. Algunos dirán que no superaron aquella primera fase de la que les hablé y pudo más su ego. Otros, muchos, pensarán que se lo tomaron a guasa y sólo fue un chiste con acento mejicano. Quedarán en cambio los que. como un servidor, repito, pensarán en un torticero intento de desviar la atención electoral hacia otros envites. No tanto por el Sr. Obrador, no lo considero capaz de urdir semejante estrategia, y si en cambio de los que, aprovechando aquello del Pisuerga, salieron a un burdo encuentro de sus palabras bajo exclusivo interés electoral y sin haber sido citados.

Que se prepare Pepe Botella. Papeletas tiene para ser el siguiente.

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