Redes sociales

Todo el mundo tiene que tener, no una habitación, sino una agencia de prensa o una televisión propias

Dos buenos amigos, entusiastas de Facebook durante numerosos años, han decidido marcharse de esa red social sin pasar a ninguna otra. Son más libres, dicen. Demasiado tiempo, piensan, dedicaban en sus vidas a contar lo que hacían, pensaban, leían, sentían, y demasiado tiempo (seguro que más, dicen) empleaban también en chismear o cotillear lo que otros (a menudo desconocidos, o conocidos circunstanciales, o amigos distantes) hacían, leían, veían, pensaban, sentían, comían.

"Han pasado muchas cosas desde la última vez que entraste en Facebook. Estas son algunas de las notificaciones que te has perdido: 80 mensajes, 3 toques, 4 invitaciones a eventos, 11 invitaciones a grupos, 3 sugerencias de amigos, 1 actualización de grupo, 2 personas han indicado que le gusta una publicación en que se te ha etiquetado, 33 notificaciones nuevas". Eso me dice el sistema (¿hay que llamarlo de otro modo?) porque hace tiempo que no me conecto, y considera (no sé si ese verbo es el más adecuado) que debería hacerlo; me piden, casi me exigen, que lo haga ya.

La vida no se concibe hoy sin redes sociales. Todo el mundo tiene que tener Facebook, Twitter, Instagram, y estar allí continuamente, ser visto allí. Es decir, todo el mundo tiene que tener, no una habitación, sino una agencia de prensa o una televisión propias. Un sitio donde dar publicidad y difusión a su vida; a toda su vida. No sólo la pública, sino también la privada. (¿Existe hoy eso que antes llamábamos el mundo de lo privado?). Un sitio donde decir lo que se hace, lo que se ve, lo que nos gusta, lo que se piensa, lo que se come. Una especie de púlpito ciego donde contar dónde pasaste las vacaciones, qué hiciste el fin de semana; qué disco compraste (¿alguien compra discos todavía?); con qué amigos quedaste ayer; qué película viste; qué libro leíste; qué opinas de Pedro Sánchez, de Pablo Iglesias, de Albert Rivera, o de Trump. No eres si no estás allí, si no te ven siendo (no sé tampoco si este es el verbo más adecuado). El "pienso, luego, existo", de Descartes, se ha transformado. "Estoy conectado a una red social y todo el mundo sabe lo que hago, todo el mundo me ve, luego, existo".

Hemos pasado del yo pienso, a la euforia del yo exhibicionista. La pregunta es si existimos más por estar allí, en ese allí virtual, intangible, casi irreal. Si existimos realmente allí adentro. Por lo pronto, estos dos buenos amigos creen que no.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios