La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Los Reyes Magos existen

Mostrar a los niños que los magos existen es una de las más hermosas tareas de los padres cristianos

Que los Reyes Magos existieron está documentado por el Evangelio de Mateo. En él no solo se cuenta que "en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: ¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?" y que, siguiendo "la estrella que habían visto en el Oriente", llegaron a Belén donde "vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra". También se cuenta, con todo detalle, su entrevista con Herodes, el sobresalto del rey -"y con él de toda Jerusalén"- al oír mencionar a otro rey de los judíos y sus consultas con los sumos sacerdotes y escribas para saber dónde, según el profeta, había de nacer el "caudillo que apacentará a mi pueblo Israel", sus artimañas para que al regresar le dijeran dónde estaba el niño y así poder matarlo; y como, avisados los magos en sueños de las intenciones de Herodes, "se retiraron a su país por otro camino".

La historicidad de los Evangelios está fuera de toda duda tras siglos de investigaciones y debates que prosiguen hoy día. Que son palabra de Dios, como cada día, en cada misa, se proclama, es la fuente y fundamento de la vida cristiana tal y como mantiene la tradición y se ha ratificado concilio tras concilio hasta el Vaticano II: "Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo". Para los cristianos, pues, la adoración de los magos participa de ambas naturalezas: la histórica y la revelada. Su número y sus nombres, en cambio, fueron establecidos por antiquísimas tradiciones que cuajaron a partir del siglo V.

Mostrar a los niños, cuando van dejando de serlo, que los magos existieron, que para los cristianos quienes han existido existen y viven -"el que cree en mí aunque haya muerto vivirá"- y que por lo tanto los magos no son una bonita ilusión que el conocimiento deshace, sino una realidad de amor y de fe apoyada en un texto histórico, es una de las más delicadas y hermosas tareas de los padres cristianos. Les enseñará -como escribió Unamuno- que "solo en Dios el amor es absolutamente real", haciendo que la ilusión infantil crezca, madure y se afirme como esperanza cierta en el gran poder de Dios.

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