Quousque tamdem

Luis Chacón

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Roma locuta

Ahí está la Villa de Salar para recordarlo. Y con ella los yacimientos de Mondragones o el casi olvidado de los Vergeles

Como dejaron claro los Monty Python en La vida de Brian, los romanos hicieron algunas cosillas por los habitantes de todas las tierras ribereñas del Mare Nostrum. Nos dieron los acueductos y el alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos. Y hemos de añadir también, el idioma que nos une. El mapa de las principales carreteras de Europa actual no varía mucho del que recogen el Itinerario Antonino o la Tabula Peutingeriana, guías ambas que cumplieron hace más de un siglo los mil quinientos años. El patio andaluz no es más que el peristilo de la domus y el Testaccio se erigió amontonando los restos de las ánforas de barro que llegaban cargadas de aceite de la Bética a la capital del Imperio. Y así podríamos seguir ad aeternum.

Pero se ve que como los viajeros románticos nos tomaron por una especie de oriente cercano y poco peligroso, el pasado islámico de nuestra tierra se convirtió, en las ágiles plumas de Richard Ford, Alejandro Dumas, Teófilo Gautier y sobre todo, Washington Irving, en el único referente histórico popular de una tierra que hunde sus orígenes en Tartessos y por la que han dejado su huella un buen puñado de civilizaciones. Lo triste es que el común de los mortales haya renunciado o le hayan hecho renunciar a la riqueza histórica que supone la presencia romana en Hispania. Fuimos tan romanos que nuestros filósofos ejercieron de ayos de emperadores, como lo fue Séneca de Nerón; tres de nuestros compatriotas, Trajano, Adriano y Teodosio el Grande, ocuparon el trono romano y dimos al Imperio insignes figuras como Quintiliano, Marcial, Lucano o Columela.

Sin embargo, en Andalucía en general y en Granada muy en particular, ese ilustre y glorioso pasado romano queda siempre soslayado por la pública obsesión hacia el orientalismo romántico y paródico tan del gusto de la industria turística dirigida a iletrados de todo jaez. Ya va siendo hora de poner en valor nuestra romanidad. Frente a cualquier historieta, más que cualquier otra cosa, somos romanos. Hablamos latín y brindamos con el mismo vino que nuestros padres romanos. Ahí está la Villa de Salar para recordarlo. Y con ella los yacimientos de Mondragones o el casi olvidado de los Vergeles. Fuera del limes, la civilización, si es que llegó, fue tardía. Dentro, todos los caminos conducían a Roma. La Venus Capitolina de Salar, también.

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