'Secche della Befana'

A lo lejos parece que nada ocurre, que el tiempo duerme detenido, pero Venecia ha perdido sus canales

Venecia ni se hunde ni se inunda. Venecia no tiene agua. Las góndolas yacen semienterradas en el fango. Los noray no tienen sentido, no hay corrientes que arrastren embarcaciones, y los postes de amarre de las góndolas, con su borde rojo y blanco, parecen gigantescas limas, de esas que los niños de entonces, los que no recreaban juegos, hincaban en el barro. Y no es extraño, dicen algunos expertos, es un fenómeno habitual denominado secche della Befana (sequías de la Befana), pues se trata de un fenómeno que suele ocurrir siempre entorno al 6 de enero. El día de la bruja castigada por los Reyes Magos, no está claro si por agraviarlos o por agasajarlos, en cualquier caso, bruja castigada. Nunca llegaron esas sequías a vaciar los canales. El 24 de febrero el agua se situaba por debajo de los valores normales, dos días más tarde parecía haber sido succionada, haberse colado por un gigantesco cauchil al que alguien, con mala intención, hubiese extraído la tapa. El efecto contrario, inesperado y sorpresivo del acquaalta, esa que cada tanto sumerge a la ciudad del ensueño. Venecia está preparada para el agua, pero no para su ausencia. ¿Cómo llegarán a su destino las hidroambulancias? ¿cómo las lanchas de los bomberos?

Cada mañana veo en el horizonte una capa sucia, ennegrecida, que pesa sobre el cielo de Granada. Contemplo la ciudad que se extiende a mis pies. Desde aquí parece tranquila, silenciosa, aletargada, con su tiempo detenido. Como si nada ocurriera, como si nada pudiese ocurrir. Pero Venecia se ha secado, sobre la ciudad de la Alhambra pende un manto nada halagüeño que todos respiramos, y la Met Office (la Agencia Meteorológica británica) acaba de publicar que este año la temperatura media mundial en la superficie de la tierra será un grado superior a los niveles preindustriales con todas las consecuencias, olas de calor, lluvias torrenciales, aumento extremo del nivel del mar y los daños colaterales, escasez de alimentos, por incidir tanta confusión del clima directamente en la agricultura, mayor riesgo de incendios forestales, tierras devastadas, pérdida de medios de subsistencia, inundaciones costeras, problemas para la salud por una mayor salinidad del agua, riesgo de enfermedades respiratorias, cáncer, muertes... Alarmismos de extremistas, decían hace no tanto algunos. A lo lejos, parece que nada ocurre, que el tiempo duerme detenido, pero Venecia ha perdido sus canales.

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