Secular o santa

Una minoría creyente y practicante que recrea durante una semana la religión en las calles

En estos días las calles de muchas de nuestras ciudades y pueblos están hilvanadas por procesiones: escenas de la pasión y crucifixión de Jesús de Nazaret, con el acompañamiento de penitentes, bandas de música, sillas y palcos, saetas, costaleros y todo un complejo mundo cofrade, en el que conviven en una rara armonía la dimensión religiosa y la cultural. Y es que nuestra sociedad ya no es mayoritariamente religiosa, porque aunque un 74% de la población se declara católica, también hay entre esas personas un 65% que admite no participar de ninguna de sus "actividades", lo que se ha dado en llamar "no practicantes". De alguna manera es una rémora cultural heredada, que hace que muchos ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, hayan crecido perteneciendo a una Iglesia en la que nunca han participado. Ni piensan participar.

Por eso es tan llamativo el tirón que tiene la Semana Santa. De un lado la participación de muchos cofrades que no son creyentes (si nos atenemos a los datos del CIS) que procesionan en estaciones de penitencia, junto a esos otros cofrades practicantes. Por otro lado la afluencia de público en las calles, en las que se mezcla turismo con fervor religioso, aunque no a partes iguales. Y completando el cuadro están las instituciones: la Iglesia Católica, que celebra una de sus festividades religiosas más importantes. Festividad religiosa que es, al mismo tiempo, un lapsus vacacional y un importantísimo apretón para el sector turístico, que en estos días hace caja en la costa y en la montaña, en el chiringuito y en la nieve. Con lo que las administraciones, sobre todo las más cercanas, se entregan a la tarea de poner en valor su ciudad, su fiesta, su tradición.

Y así nos vamos cruzando, como sociedad compleja que somos, y en este extraño marco religioso y turístico que es la Semana Santa. Una mayoría que vive ajena a lo religioso pero que en estos días se comporta como si lo fuera, como si de alguna manera se rebelase contra la secularización que practica durante el resto del año. Una minoría creyente y practicante que recrea durante una semana la omnipresencia de la religión en las calles, aún consciente de que ya no es real. Y un montón de turistas que se cruzan, algunos huyendo de la religiosidad en dirección a la playa, otros acudiendo como meros espectadores a unas bulliciosas y engalanadas ciudades, a un espectáculo que apenas entienden, pero de indudable colorido. Sin duda es esta una semana entretenida de observar.

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