Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Síndromes

No se engañe, este mes tener pensamientos negativos no es patológico, pese a lo que diga la psicoterapia de moda

Quizás si está a punto de iniciar sus vacaciones o ya lo ha hecho haya sentido en estas últimas horas asfixia, ansiedad o un decaimiento extremo. Y tal vez, por unos segundos, haya pensado incluso que, en vista a todas las tareas que debe terminar antes como condición para el descanso, éste no merece la pena. No se agobie ni le dé ni media vuelta más cuando escuche hablar del síndrome prevacacional al psicoterapeuta de moda en el telediario o en cualquiera de los mil y un espacios consagrados al live style. Distraígase y consuma lo que quiera, pero tenga claro que el citado síndrome no es una patología, como tampoco lo es el denominado postvacacional que desde hace años, a fuerza de oírlo, hemos asumido como un clásico de primero de septiembre, como si la pereza de volver a la rutina, sea laboral o de cualquier tipo, fuese algo exclusivo del mes de agosto. Oirá que cada vez hay más consultas al especialista, que los meses de confinamiento están pasando factura, que la incertidumbre en la que se mueve el mundo genera pensamientos negativos automáticos y hasta inseguridad...

No hay que tener ningún máster en psicología para llegar a esta conclusión. Ni hay más medicina, es probable, que vivir las horas lo mejor que cada uno pueda y le dejen. Y sobrevivirá. Más difícil lo tiene quien, notando los mismos síntomas, está descartado de entrada de padecer este síndrome de prevacaciones porque, sencillamente, no las va a tener. ¿Cómo se llamaría la dolencia de quien lleva cinco meses, no en un ERTE, sino directamente en el paro o sin percibir ni un solo euro? ¿Y el de quien se estresa a diario para ingeniar la manera de no parar ni un solo día de la semana y cuadrar los números en casa? Hay muchos haciendo acrobacias tras haber sentido cómo le han metido la mano en la cartera sin posibilidad de mostar la más mínima resistencia. Y todo fuera eso. Hay circunstancias más graves, familias en estado crítico golpeadas no sólo por la crisis económica y social, también por la emocional y que no pueden llenar ni la nevera ni la ausencia de quienes han fallecido en una soledad cruel e inesperada.

¿Quién no necesita hoy un psicólogo? Dicen que estos síndromes son proclives en personas responsables y autoexigentes y que basta con gestionar bien estas emociones para mejorar. Pero, en vista a la coyuntura, no parece tarea fácil. Quizás la psicología, más que tratar de minimizar malestares pasajeros, debería enseñarnos hoy a maximizar los ratos de tranquilidad, instantes de felicidad que todo el mundo puede tener sin necesidad de hacer las maletas para irse de vacaciones.

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