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UN principio no filosófico y de escaso arraigo en el mundo científico, a pesar de ser empíricamente demostrable, es aquel que nos dice que soplar y sorber a la vez es imposible. Pues bien, creo que la idea podría servir de ejemplo comparativo para los que dicen, que los hay, que el botellón es obra y gracia de Pepe Torres, aunque a Monteseirín, no le culpan de igual manera por la botellona sevillana, que también es de órdago, y, a su vez, igual de molesta. Sorber en Granada pero soplar en Sevilla no es posible a la misma vez.

No parecen dados a recordar, los exigentes de hoy, silentes de ayer o de mañana, al legislador andaluz, que mayoritariamente es y ha sido socialista, cuando dispuso a través de la oportuna ley antibotellón que, quienes quieran beber en la calle han de hacerlo en un recinto creado ex profeso, norma que se cumple escrupulosamente desde el gobierno municipal granadino, responsable obligado por la normativa autonómica.

No es agradable esta congregación en la calle de orines, cervezas hervidas y cocacolas trajinadas con excesiva mezcla, no siempre aconsejable, aunque sí combinable. Aquí no hay color, y el botellón es tan popular como socialista, tan de Izquierda Unida como andalucista. Es igual a la sociedad que estamos compartiendo. Y de eso, mal que pese a algunos, no creo que Pepe Torres tenga la culpa. Eso sí: evitar que cada primavera el centro de Granada sea un vertedero repugnante sí que es un éxito del actual gobierno municipal, cosa que no logró el de Moratalla cuando, de tripartita manera, dirigió los destinos de la ciudad. Critican desde la progresía la falta de oferta cultural paralela. ¡Qué gracia me hace! Todavía hay quien cree que la cultura es el referente transgresor de los botelloneros; o sea, que ingenuos de su doctrina, nos quieren hacer creer, no como deseo para fomento cultural, sino más como argumento falaz contra el PP donde éste gobierne, que si hubiera una oferta cultural alternativa, los amigos del cubalitro, sin ninguna duda, iban a cambiar la chusca copichuela por una entrada al Festival del Tango, o para ir a la lectura de los poemas de Elena Martín Vivaldi. Olvidan que en materia educativa, el algodón no engaña, y que el interés por la cultura y sus variadas manifestaciones cosmopolitas, no es tan intenso en primavera como el de quedar con las pibas y los mindangos a freír unas botellitas del súper con álgida y ávida gana de pillar algo, aunque sea una cogorza. ¿Cuestión cultural?

No deben esconderse de esta polémica los padres evadiendo su responsabilidad con los hijos, lo cual debe llevarnos a pensar, como reflexión final, si lo del botellón es un problema para los políticos en exclusiva, o, por el contrario, algo han de decir también los titulares de la patria potestad, tras presentar fraudulenta abdicación en los gobernantes de turno de la responsabilidad que tienen (tenemos) como padres.

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