De Sthendal a Houellebecq

No es tiempo de guillotina pero no por falta de ganas de un segmento muy importante de los franceses de ahora

S IGO con mucha atención lo que ocurre en Francia. Me pasa igual con la Literatura. Hay un camino que va de Sthendal a nuestros días. La claridad, la simetría, la luz, el equilibrio que representa el autor de El rojo y el negro han devenido en Sumisión, Aniquilación, Las partículas elementales y Serotonina, el universo narrativo de Houellebecq, por poner un ejemplo. Ha llegado el momento de lo turbio, lo viscoso, lo venenoso, el peligro y todas las antesalas de la destrucción. Me temo que va a ser difícil la vuelta a aquella Francia ordenada, progresista y francesa. No es tiempo de guillotina pero no por falta de ganas de un segmento muy importante de los franceses de ahora. La revuelta no se ha ido. Los chalecos amarillos se ha tornado en las banlieu ardiendo. Tras la interminable crisis del incremento de los años para la jubilación. Y suman 7,5 millones los franceses que habitan en el cinturón de París. Un agitador izquierdista, Jean-Luc Mélenchon, es el keroseno de los disturbios, representa el incendiario clásico. Un revolucionario frustrado por el nuevo triunfo del presidente Macron. Pero vamos, muy sospechoso que la muerte de un muchacho de 17 años a manos de un gendarme haya incendiado el país y hecho temblar a la República. En las viejas naciones de Europa crece la bacteria del caos. Para pensárselo. ¿La guerra del Putin tiene algo que ver? Los intentos de secesión de Cataluña, el discurso independentista del País Vasco, Escocia e Irlanda del Norte, el auge de un partido ultraconservador aquí y allá, la crisis económica, todo el decorado inquietante de estos últimos años. Que habrá que ir sumando a los otros decorados, como el gobierno Meloni, la crisis del Brexit, Bruselas, las minorías millonarias inasimilables de Alemania, la antigua Yugoslavia, Turquía y el triunfo del populismo revolucionario y el narcotráfico en América Latina. Y la odiosa guerra de anexión de Ucrania por Rusia. Houellebecq posee la exacta caligrafía de los renglones torcidos de Dios. Un horizonte desprejuiciado a modo de libre albedrío asoma sus fauces en el horizonte. Sigilosa llega la inquietud. A saber lo que ocurrirá el domingo 23 de julio. Digo el número de votos, la suma de los votos. Si hay un cambio de gobierno habrá un cambio de política, y la reacción de los perdedores. El reverso será la división y el enfrentamiento. No es de ahora. Estamos muy atentos a Francia. Nunca le hemos sido ajenos. Miramos dentro del gran país vecino. Nosotros tarareamos el himno que debería existir para exaltarnos. Torres más altas han venido cayendo. Todo se mueve aunque no lo percibamos.

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