Taylor Swift

Trabaja como pocas estrellas de la música lo hacen y se rodea de lo más granado del momento

Cuando los hippies de los años sesenta ya habían dejado sus canciones sobre el amor universal y el fin de las guerras aparcadas a la puerta del herbolario en el que se quedaron a envejecer, yo empecé a ser joven. La década siguiente vio crecer tanto a los dinosaurios del rock que se garantizaron un lugar eterno y seguir llenando estadios. Fuimos muchos los que nos gastamos nuestros primeros ahorros en discos de aquella época, y medio siglo después continuamos considerando que como los Stones, Led Zeppelin o Pink Floyd no ha habido nada comparable. Pero ahora los más jóvenes de nuestros descendientes escuchan rap, reguetón y a Taylor Swift, según les vaya la fiesta. Le llaman música urbana y la consumen en cascos diminutos para aislarse y no compartir el gozo de hacerlo con nadie más. Es música que a los viejos rockeros nos espanta, pero es la banda sonora del presente y nuestros antiguos héroes están ya hace décadas en el recuerdo o en el geriátrico ausentes por completo de las listas de éxitos.

Pero, aunque la comparación no es posible, puesto que cada generación elige su particular modo de expresarse, es evidente que el rock ya no es la música que describe el presente y que ahora los amores ñoños y aburridos de Taylor Swift cuentan con más seguidores que la insatisfacción gamberra del pronto octogenario Mick Jagger. A mí la norteamericana no me cae mal. Trabaja como pocas estrellas de la música lo hacen; se rodea de lo más granado del momento; tiene un elegante y casi disimulado compromiso social; e incluso un par de temas que admiten más de una escucha en modo hilo musical. No es desde luego mediocre y aunque su éxito es la imagen de estos tiempos blanditos que vivimos en lo referente a la cultura y las pasiones que pretenden cambiar las cosas a mejor, no es ni mucho menos un fenómeno sin interés. Porque, aunque sus superproducidas baladas de sonido cristalino nunca tendrán el pulso acelerado, urgente y sucio de los gritos que salían de fiesta desde garajes y cloacas habitadas por vagabundos y escarabajos, pidiendo ayuda para cambiarlo todo; sí que acompañan a millones de jóvenes que creen que sus problemas sentimentales son lo peor que les pasa y que una vez resueltos, les espera una vida brillante y feliz. Taylor Swift nunca les dirá que la vida tiene más sabores y que conviene estar preparados para confrontarlos. Ella les sonreirá y les dirá que estar enfadados es cosa del pasado. Que ya no se lleva. Que ahora lo importante no es la sustancia, sino el estilismo.

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