Teatrillo en el museo

Sánchez y Díaz dicen ver más cerca la investidura, pero quienes tienen que levantar el pulgar observan lo contrario

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se abrazan en la presentación de su acuerdo de gobierno.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se abrazan en la presentación de su acuerdo de gobierno. / Eduardo Parra · Europa Press

LA escenificación de la reedición del pacto para formar un Gobierno de coalición entre PSOE y Sumar no deja de ser pura performance. Quizás por eso Pedro Sánchez y Yolanda Díaz decidieron presentarlo en el Museo Reina Sofía y sin aceptar pregunta alguna. ¡Ole el arte contemporáneo y viva la transparencia!

La investidura, dicen ambos, está más cerca. Pero quienes tienen que levantar el pulgar o señalar con él hacia abajo observan lo contrario: partidos nacionalistas que quieren concreciones para sus exigencias. El PNV, sin ir más lejos, ve invasión de competencias. Y la ausencia absoluta de mención a la amnistía y a la autodeterminación en el documento suscrito no borran que son condiciones sine qua non para el prófugo Carles Puigdemont, quien por ello merece ningún respeto, algo que olvida, de nuevo con torpeza, también Alberto Núñez Feijóo.

La performance era, por encima de cualquier otra cosa, una suerte de insuflación anímica para las huestes –militantes o mediáticas– progresistas: qué hallazgo para la semántica léxica, capaz de unir izquierdistas trasnochados, populistas de todo cuño y exponentes de la derecha separatista.

La investidura depende de que se hagan concesiones inadmisibles en el marco constitucional que ha dado 45 años de prosperidad en democracia a los españoles. Y hasta ahora desconocemos por completo cuánto está dispuesto a ceder Sánchez, que sólo ha nombrado una vez la amnistía (en Granada en una cumbre europea, sí), pero para referirse a la propuesta de su socio Sumar y sin admitir en ningún caso que la aceptaría. No lo ha vuelto a nombrar.

El riesgo de la repetición electoral sigue ahí y trata de proteger el relato, si no es reelegido por las actuales Cortes Generales, con el que presentarse ante las urnas. Ese arroz está ya pasado y nadie duda de que acepta ceder cuando menos la amnistía.

Pero detrás de la teatralización hay un modelo de gobernanza que dispara el gasto, y con él la deuda pública y el déficit, que pone en riesgo la sostenibilidad del sistema de pensiones, y que, si el crecimiento se debilita, como anticipan todas las previsiones económicas –incluida la del Gobierno–, nos abocará a terribles ajustes. Aborda los asuntos con frívola ideologización. Dar por hecha una reducción de jornada sin contar con el diálogo social y sin valorar su efecto sobre una baja productividad es el palmario ejemplo.

El teatrillo en el museo ni siquiera esconde que nos aproximamos al mes sin tener ni fecha para la investidura, que de lograrse alumbrará una legislatura inestable que sólo puede perjudicar el interés general.

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