Cuarto de Muestras

Tener carácter

Deberíamos hacer el esfuerzo de dudar y no aceptar cualquier ocurrencia. No quedarnos en lo fácil

Quizás porque he estado toda la vida rodeada de gente de carácter, de mucho carácter, siento simpatía por todo aquel que no se queda en el lugar común y es capaz de llegar un poco más allá. Me conquista no quien me da la razón sino quien defiende la suya con verdad e inteligencia, no quien halaga sino quien tiene delicadeza y sabe disentir, no quien se suma a cualquier iniciativa sino quien respeta la suya propia y la de los demás, no quien calla y otorga sino quien se moja con criterio y valor. Me gusta más la pasión que la tibieza.

Es algo raro pero la gente de carácter, que es un concepto indeterminado pero seguro que todo el mundo sabe de lo que hablo, no sólo no está de moda, sino que genera desconfianza e incomodidad. Se lleva la docilidad, el agrado, la sumisión o, cuando menos, la conformidad ante lo que pasa y nos pasa. A la discrepancia se responde de forma violenta y grosera de tal manera que sólo se escuchan salidas de tono. Exabruptos y falsas ofensas que poco tienen que ver con cualquier idea defendible ni con el mínimo respeto que como seres pensantes nos merecemos todos.

En esta aldea global nos quieren ovejas de un mismo rebaño. Lo veo en el Congreso de los Diputados, en los juzgados, en la tele, en los periódicos, en los libros y en las películas. Todo es simple, mediocre y previsible. Las proclamas resultan vacuas, las reivindicaciones inútiles, las leyes contrarias a sus propios fines, la crítica de todo ello estéril y pueril. Se dibuja un retrato de un mundo infantilizado y ñoño que llora por un caramelo mientras todo a su alrededor zozobra. Una sociedad descreída y desatenta alentada por falsos apóstoles. La sabiduría se ridiculiza colocándola en el mismo plano que la mayor de las simplezas. La palabra pierde su valor porque se traiciona y se contradice continuamente. Nadie reconoce sus errores. Nos explican lo obvio y nos ocultan lo inexplicable. Se ofende el culpable y se siente víctima cuando es acusado de sus propios actos. Si alguien protesta es con la boca chica, un poquito de humo ante un fuego inexistente mientras son arrasadas ideas y principios que creíamos conquistados. Nada resulta creíble porque no se profundiza ni se busca la verdad.

Deberíamos hacer el esfuerzo de dudar y no aceptar cualquier ocurrencia. No quedarnos en lo fácil y escuchar a los que saben. Ignorar a los que sólo hacen ruido. Tener carácter.

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