Tiempos de sequía

En el caso Doñana la Junta debería rectificar y buscar un horizonte de luces largas

La falta de agua en los rios y los embalses es una evidencia que vemos cada vez con mayor intensidad. En estos días, con la polémica sobre la gestión del agua en Doñana, este asunto llena los espacios informativos, las tertulias y las portadas de los medios escritos. Ojalá el debate y las propuestas de solución a este problema arrojen respuestas adecuadas que puedan generar cambios relevantes y válidos para afrontar estratégicamente este desafío.

El cambio climático y nuestro modelo de gestión del agua en el ámbito ciudadano y en el ámbito de la agricultura y la ganadería formarán parte de la agenda política en los próximos años. No sé si ya llegamos tarde al encuentro de soluciones válidas pero es evidente para mi que resulta necesario trabajar en este asunto y hacerlo de la mano de los expertos y (ojalá) en el marco de un gran pacto político.

Tuve ocasión de vivir de cerca en 1994-95 la crisis de sequía que afectó a Granada y que dio lugar incluso a la suspensión del campeonato del mundo de esquí de Sierra Nevada que tuvo que trasladar su celebración al año 1996. En aquel entonces tenía yo la responsabilidad de ser Consejero Delegado de EMASAGRA ya que también era concejal en el equipo de Gobierno municipal socialista con Jesús Quero de alcalde de Granada. Abordamos la gestión de aquella crisis con medidas de emergencia (hubo que proceder incluso a cortes diarios de suministro de agua en los hogares granadinos), pero también con medidas estructurales. La puesta en marcha de una red de pozos junto a la autovía en la zona cercana al túnel del Serrallo solventó el problema puntual de aquella sequía, pero también supuso dejar una infraestructura útil para aportar más seguridad en cuanto a garantizar las necesidades de la población.

De aquella experiencia debe destacarse la capacidad de liderazgo técnico de los profesionales y el equipo técnico-directivo de EMASAGRA (a quienes tuvimos en cuenta como protagonistas esenciales) y el consenso político que se generó en toda la corporación municipal. Y es que estas cuestiones son la clave para ofrecer repuestas estratégicas y sostenibles: solvencia técnica de las medidas a adoptar y consenso político para dar sostenibilidad a las respuestas y las inversiones necesarias.

El caso de Doñana pone de manifiesto que hay miradas de corto alcance que pueden satisfacer intereses particulares, que deberían tener otras soluciones alternativas. La Junta debería rectificar y buscar un horizonte de luces largas. Ojalá sea así.

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