Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El alivio venezolano

Cuando conozco a algún venezolano llegado a Granada me admira su capacidad de sobreponerse a la adversidad

Cuesta mucho observar y además entender la realidad de otros países desde el ombliguismo eurocentrista. Sucede con Venezuela pero también con muchos de esos países fuera del confort del primer mundo y nuestros problemas existenciales con la obesidad, la búsqueda angustiosa de la identidad líquida o el hiperconsumo.

Pero a falta de una comprensión más profunda nos queda al menos alegrarnos cuando los rigores de la bota que les pisa el cuello ahora, la de Maduro, suaviza su rigor marcial. Han soltado a varios presos políticos después de años en las cárceles más profundas de aquel chavismo requemado de un país donde por faltar ya faltan hasta venezolanos. Y no ha sido por voluntad propia, sino por un intercambio de medidas con los que les vigilan. Pero algo es algo.

Cuando conozco a algún venezolano llegado a Granada desde Mérida, Valencia o Caracas, me admira su capacidad de sobreponerse a la adversidad y su temple de no ponerse a llorar al mirar atrás y ver un país que teniéndolo todo se quedó casi sin nada. Aquella gestión infame de los recursos demuestra que poseer las materias primas (como son sus reservas inmensas de petróleo) puede no servir para casi nada si no tienes la manera de convertirlas en oro, es decir, en producto de mercado.

El ansia nacionalizadora del caudillo Chaves dejó un país pujante en un Estado propietario de la nada. Observando de lejos se constata hasta qué punto la igualación por abajo de los salvapatrias populistas solo consigue repartir pobreza porque la riqueza se les escapa. De ahí el hambre generalizada y las ganas de huir de allí de gente tan culta y con gustos tan refinados que se cansó de hacer colas eternas en las que distraer el hambre.

Toda dictadura jamás se responsabilizará de sus propios males. Los gringos, el capitalismo, el demonio del norte o quien quiera que sea será el causante de su desgracia. Nunca ellos mismos. El maestro en este arte de echar balones era Fidel Castro, pero ahora Kim Jong Un parece haberle cogido el relevo del que tomar nota en los discursos.

A falta de una comprensión más profunda, digo, sólo nos queda alegrarnos de que se suavice aquella dictadura con teatrillo democrático. Porque de aquí también salimos en tiempos huyendo y allí nos abrieron los brazos cuando el gris también teñía de frío nuestra insoportable desesperanza.

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