Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
En un cartel de la tienda para mascotas leo bien claro: “Pon una ‘Catsitter’ en tu vida” y me pregunto si mis queridos ‘Tai & Chi’, esos dos pequeños traviesos que día tras día comparten mi espacio y alegrías, estarían de acuerdo en que les impusiera esta especie de ‘niñera’ profesional de gatunos, tan aristogáticos e indivisibles ellos, Tai, en su ser de rotundo ‘Maine Coon’ atigrado, bribón-glotón él pero entrañable amparo de su hermanito Chi, el capricho de las nenas con miraditas de poeta lánguido que toma el agua con la patita mientras ellas preguntan por él más y menos por el galán de Tai, el que me cae mejor a mí.
Haremos reunión familiar y tomaremos la decisión. Porque si vives en el centro y ya la familia voló sólo te queda acompañarte de estos centinelas del silencio, del espacio y su quietud.
Sí. El sentimiento es familiar. He visto a parejas sin hijos destrozados por la intervención de lo más parecido que tienen a un hijo. Va ya por los seis millones el crecimiento exponencial de estos quita-soledades en los que volcar la afectividad sin destinatario por lo difícil que está aguantarse en mitad de una sociedad donde el autismo- tecnocrático-funcional sustituyó a la antaño sanísima algarabía incómoda pero feliz tan al uso.
Tai & Chi, mis interlocutores habituales, gozan de la ventaja de su mutismo sólo roto por algún maullido que ya distingo si es para comer o para que les abra la puerta. Son muchas horas, años ya de intimidad y mudanzas. No sé cómo me responderán a que les meta una intrusa cuando me ausento, si me reclamarán que vuelva Mélanie, nuestra amiga de siempre que nos hace el favor de venir a cuidarlos, con su libro entre las manos, en mis ausencias sicilianas o parisinas tan fugaces como el deseo de volver a verlos con sus trifulcas por nada y por todo, de regresar para seguir aprendiendo de ellos, de esa naturaleza esencial que te muestra, día tras día, que la carga de buscar sentido es nuestra, mientras a ellos con el solo vivir ya les sobra, porque rezuman vida en ese hacernos compañía que tanto nos falta a los que nos creemos más listos que ese sencillo y elástico caminar que sin pretensión nos muestran como verdadero sendero de los días hasta que vuelva Mélanie a cuidarlos, claro, decidido, su querida ‘catsitter’, nuestra amiga.
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