
La ciudad y los días
Carlos Colón
Terriblótida
Estoy viendo la toma de posesión de Trump en la tele lleno de inquietud. Un delincuente convicto está jurando el cargo. Y le arropan un buen puñado de ricos que le aplauden.
Entre su corte de nuevos ricos que se hacen con el poder está el imparable dueño de Tesla. Elon Musk apunta al cielo mientras tiende puentes de velocidad entre continentes. Parece no conocer el límite. Impresiona su empuje. Asusta semejante poder en manos de un solo hombre. No es bueno que un solo hombre acapare tanto poder. Se ve más claro con sus bandazos ideológicos. Ahora se ha destapado su querencia por los tiranos.
Era de esperar. La ley del dinero engendra tiranos. Todo es suyo en el mundo que han creado. Son saturnos que devoran hijos. Y esos pronto seremos todos nosotros.
Esta toma de posesión tiene nombre. Arranca una plutocracia que nos entretiene mientras producimos para ella. Y nos da pastillas para no deprimirnos. Ese es el sistema. La alianza invisible de Musk, Bethos, Zuckerberg, Trump y Gates compra gobiernos con sus voluntades. Si no les gustan unas leyes se hacen otras. Y enfrente la alianza de caudillos de Estados encabezada por Putin, Xi Jinping, Kim Jong Un y sus satélites. En este bando la empresa es el propio Estado. Tremendo. Asusta el panorama.
En medio de estas tiranías más o menos camufladas están un puñado de Estados que buscan equilibrios internos de fuerzas y preservar instituciones imparciales que no tragan con todo, que se revisan y se cuestionan. Algo es algo.
La tentación es irse a lo fácil. Que mande uno y simplifique. Y hay que decir que no. Aunque suponga perder mercado. Un no a lo rápido pero peor a la larga.
Este lunes se ha fraguado esta nueva tiranía votada en democracia. Cada uno de nosotros puede ser un soldado contra ella. Sólo con mantenerse en la moderación y la razón, con militar en el bando de los que piden opinión y respetan al que disiente y hasta le dan espacio. No es bueno imponer. No es bueno tener a un delincuente convicto que alentó el asalto a todo un Congreso como presidente del país que aún gobierna el mundo. No hay bien común sino el de unos pocos.
El barniz ideológico seduce a muchos. Pero aún siendo conservador se puede ser lúcido. No es lo mismo un Churchill que un Hitler. Y a estos les tira más lo segundo. Cuidadito. Abascal no es Feijóo, Macron no es Le Pen. Meloni no es el norte, más bien es lo desnortado de este nuevo tiempo en el que entramos.
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