Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Spartir de los 80, a una escuela de historiadores franceses, la escuela de la vida cotidiana, empezó a interesarle más cómo se limpiaba los dientes Carlomagno (frotándolos con hojas de mirto) que la fecha y los fastos de su coronación como Emperador de los Romanos, por el papa León III, el 25 de diciembre del año 800. Se ocuparon de saber qué comían las personas, según su clase, cómo eran las casas, o las chozas, donde moraban, cómo vestían, cómo se lavaban, cómo se llevaban padres e hijos, o con los animales (las mascotas, como el caballo de Calígula, no estaban al alcance de cualquiera, y los animales prestaban servicios a la comunidad como ponedores de huevos, proveedores de carne, leche, pieles o tabas para el juego; como guardianes de casas y rebaños, galgos corredores, bestias de carga, caballos de combate para la guerra y los torneos…). Torres Barbás, el restaurador de la Alhambra, descubrió que en la Alcazaba de Málaga existían muchos más retretes que en todo el inmenso palacio de Versalles, donde el personal, en las fiestas regias, meaba en las esquinas de los salones o en los jardines, esos a los que alude, delicadamente, Rubén Darío en su poema Era un aire suave: “…la marquesa alegre llegará al boscaje, / boscaje que cubre la amable glorieta, / donde han de estrecharla los brazos de un paje, / que siendo su paje será su poeta”. Esta escuela historiográfica ha dado sus frutos: estudios hay sobre el uso de la Thermomix en pisos de estudiantes universitarios madrileños y, a no tardar, algún trabajo de fin de grado nos contará el uso que los viudos solitarios, con el colesterol alto, hacen de la Airfryer, ese pequeño horno de aire. En Pompeya los antropólogos han descubierto, estudiando los coprolitos de los habitantes de la ciudad calcinada por el Vesubio, que la dieta de patricios y esclavos era muy parecida: dieta mediterránea. Las basuras urbanas, estudiadas a partir de los años 70, informan, honesta y certeramente, sobre la sociedad y la cultura material contemporánea, que a menudo contradice la información dada por los que las tiran. Si un antropólogo de la basura analizara hoy en día ciertos contenedores de las calles Ferraz y Génova de Madrid, me temo que le llevaría años de laboratorio distinguir el olor a corrupción que desprenden las basuras tiradas por el PP de las que arroja el PSOE.
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