El AVE y otros desastres

Alto y claro

08 de mayo 2025 - 03:08

No acostumbra esta columna a elevar aullidos lastimeros por el abandono y la postración de Andalucía ni a envolverse en la bandera blanquiverde para esgrimir una lista de agravios. Todo lo contrario. En estos textos se ha intentado, desde hace muchos años, dejar bien clara la tesis de que la situación de Andalucía es, en una parte muy considerable, culpa de los propios andaluces. Ni la dinámica de la sociedad ni la de la institución que debería servir como tractor de los cambios que necesitamos, la Junta que todo lo controla, han podido cambiar el signo de una región que sigue estando a la cola de todos los indicadores que marcan la riqueza, el empleo, la educación o el bienestar social. Esto afecta a la Junta de los treinta y muchos años del PSOE y a la de los siete años, por ahora, del PP. Y no parece que las cosas vayan a cambiar ni a corto ni a medio plazo.

Sin embargo, sí conviene marcar algunos aspectos en los que hay un manifiesto desdén desde la Administración central hacia la periferia andaluza. Ninguno más evidente estos días que la desastrosa situación de la línea de alta velocidad ferroviaria que nos comunica con Madrid. El deterioro de la calidad del servicio, los retrasos permanentes y el desprecio a los usuarios se han convertido en las señas de identidad de lo que hasta hace unos cuantos años era el símbolo de la modernidad de España. Esa caída sostenida en el tiempo de la calidad y que cada día va a más no es una cosa de hoy o que quepa atribuir en exclusiva al Gobierno de Pedro Sánchez. Se arrastra, por lo menos, desde la crisis financiera de 2008 y se ha traducido en una falta de inversión casi absoluta para el mantenimiento y mejora de una infraestructura que se ha visto sobrepasada por el aumento de la demanda de circulaciones.

Dicho en plata, desde el esfuerzo de inversión que hizo Felipe González en 1992 con el AVE a Andalucía se ha racaneado todo lo que se ha podido, mientras se han invertido millones a espuertas en otras líneas, lo cual tiene su lógica, pero tiene también sus consecuencias. Lo que pasó entre la tarde del domingo y la tarde lunes, con miles de viajeros tirados en las estaciones o directamente en medio del campo, es fruto de un abandono que no se puede disimular con excusas infantiloides o conspiranoicas. Volverá a pasar porque ni hay dinero para remediarlo ni voluntad para corregirlo.

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