Al hilo de la actualidad sobre los impuestos y las medidas a adoptar en esta situación de incertidumbre económica y de tasas de inflación tan elevadas, es habitual escuchar que es mejor que el dinero esté en los bolsillos de los ciudadanos que en las cuentas de Hacienda.

El enorme riesgo que percibo en este debate público sobre impuestos es la práctica ausencia de reflexiones sobre la importancia de sostener el Estado de Bienestar, que es una de las razones por las que desde las últimas décadas del siglo pasado hemos podido disfrutar (especialmente en Europa) de una protección más que satisfactoria en materia de pensiones, educación, sanidad o servicios sociales, entre otras.

Estado es algo que ha contribuido a hacer más igualitarias a nuestras sociedades, lo cual es importante desde el punto de vista de los derechos pero, también, desde el punto de vista de la economía.

Si el dinero queda en el bolsillo de los ciudadanos mermando las arcas del Estado (Comunidades Autónomas y Gobierno), las consecuencias inevitables serán un incremento del deterioro de los servicios públicos (llevamos años de deterioro, ojo) que cada vez serán más incapaces de responder a las necesidades de la población, lo cual hará que quienes puedan pagar servicios privados busquen soluciones en ellos.

El deterioro que los servicios públicos han sufrido tras la crisis económica de hace 10 años y las medidas de recorte aplicadas en 2012 tras el rescate bancario es hoy una base poco propicia para debatir sobre impuestos con falacias como esta de que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos. Muchas personas pueden creer que en la medida que (por ejemplo) el acceso a la sanidad es más difícil y ello condicione la decisión de suscribir un seguro privado, bajar impuestos sería lo lógico.

Pero las necesidades básicas de las personas, sea por razón de edad, por razón de salud, por el derecho a una educación de calidad, etc., no se pueden satisfacer desde el bolsillo de los ciudadanos porque ello genera desigualdad y discriminación, al tiempo que daría lugar a una sociedad menos cohesionada.

Y en la historia reciente ya hemos visto que la desigualdad y la pobreza son fuente de malestar y conflicto social. Pero, también, son fuente de menor crecimiento de la economía porque el Estado de Bienestar genera empleo (la sanidad por ejemplo es la primera empresa en España) y, con ello, retorno de la inversión. Es por eso que cabe reclamar seriedad y rigor en este debate sobre fiscalidad. Nos jugamos nuestro futuro.

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