Estoy buscando un editor

30 de julio 2025 - 03:08

Una vez oí al humorista Joaquín Reyes contar un sucedido que me pareció gracioso, pero hace poco me pasó a mí y ya no me parece tan gracioso. Resulta que desde el mes de marzo estoy buscando a un editor –al menos eso me dijo que era– con el que me encontré en la presentación de un libro. Les cuento. Al salir del acto se me acercó un joven que nada más verme alabó mi manera de escribir y de transmitir mi mensaje a los lectores. Yo digo lo que el rey Enrique IV, creo, que cuando uno de los vasallos estaba alabando su forma de gobernar le interrumpió para decirle: “Has de saber que no me gustan los cumplidos, pero sigue hablando, sigue”. El caso es que el joven me dijo que era editor y me ofreció sus servicios “para lo que haga falta”, dijo. Y después: “Si tienes alguna obra sin publicar, me la envías y yo te la edito, sin problemas. Un día de estos te llamo y hablamos”. Me pidió el teléfono y me dijo su nombre, pero no me acuerdo. Era de noche y tampoco recuerdo bien sus rasgos. Tenía barba de dos o tres días, mirada huidiza y voz grave, como de locutor de radio. Luego me estuvo hablando de lo mal que está el mundo del libro. De lo poco que ganan hoy día los editores, que se ven en la obligación de hacer pagar al autor parte de la edición porque si no es imposible conseguir algo de rentabilidad. Me dijo que mucha gente se había dirigido a él con la pretensión de que le editara alguna obra, gente que se ha jubilado y que le ha dado por escribir sus memorias o de dejar reflejados para la posteridad (para sus hijos y sus nietos) los momentos por los que ha pasado en la vida. “Ahora cualquiera escribe, pero yo nunca edito mierdas”, recuerdo que me dijo. Luego puso a parir a algunos colegas suyos, que editan cualquier cosa con tal de sacarle el dinero al autor. Y acabó lamentándose de lo mal que le había tratado la vida. Eso sí, esperaba que acudiera a sus manos algún borrador que valiera la pena y le sacara de sus apuros.

Pero bueno, a lo que iba, lo estoy buscando no porque esté esperando que me llame para publicarme esa obra que tengo en el ordenador en la carpeta de “trabajo pendiente de publicar”, que con eso ya contaba, sino porque me pidió prestados 30 euros para el taxi. Me dijo que se le había olvidado la cartera en casa y yo lo creí.

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