El capitel de Alhendín

16 de julio 2025 - 03:06

La villa granadina de Alhendín es una fundación originaria y netamente musulmana. Es de esas poblaciones que no existían antes de la dominación islámica en la península ibérica. En ese suelo de la vega granadina se asentaron, en los primeros lustros del siglo VIII, diversas familias provenientes nada menos que de Yemen, en la lejanísima península arábica, todas ellas pertenecientes a una tribu -existente aún hoy día en aquellas latitudes de Oriente Medio, denominada Al Hamdam que, al cabo, vino a dar nombre a esta villa granadina y a un arroyo que por allí pasa y que desemboca en el río Dílar; convertido luego en un apellido compartido por las familias que la habitaron en aquellos ya muy lejanos siglos medievales, algunos de cuyos miembros, dedicados a la jurisprudencia en la brillante corte de los califas de Córdoba, alcanzaron al parecer merecida fama de grandes oradores en el Islam ibérico.

Por esta presencia de los de Alhendín en la Córdoba califal se dejó sentir la influencia de aquellos arquitectos de la época –los mismos que construyeron Medina Azahara– lo que explicaría edificaciones de estilo califal en Alhendín, inexistentes en nuestros días, cuyas columnas estuvieron coronadas por espléndidos capiteles corintios en avispero, reutilizados, siglos más tarde, en la edificación del peristilo, en bellos patios barrocos de casonas cristianas hoy, también, lamentablemente desaparecidas.

Sin embargo, aún queda un vestigio, una única y valiosa muestra de este tipo de arquitectura del final del primer milenio de nuestra era y es un capitel, un impresionante capitel de elegante estilo califal, protegido dentro de una urna de cristal, en el salón de plenos del Ayuntamiento alhendiní y que fue salvado, de entre la demolición de una de estas antiguas casonas, por el que fuera alcalde de aquella villa, José Guerrero. El ábaco musulmán de que hablamos está razonablemente bien conservado, con toda su carga de siglos –más de mil años– y coronado por una leyenda laudatoria que hace referencia al cultísimo califa cordobés de occidente, Alhakem II, quien reinó por los años setenta del siglo X y que reunió una biblioteca de casi cuatrocientos mil volúmenes entre obras de filosofía clásica y todas las ciencias entonces conocidas. Este capitel debiera, con más razón que otras, ser una de las figuras principales en el blasón de esta encantadora Villa de Alhendín ¿O no?

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