Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Pese al intolerable “ánimo Alberto”, las risotadas de sus vasallos del Congreso, las chistorras, soles, lechugas y prostitutas de Ábalos/Koldo, y los sobres del PSOE/Cerdán, Sánchez aparenta navegar viento en popa, cual chulo de barrio que, confiando sobremanera en su poder sobre su pandilla, siempre sale victorioso.
Un petulante que, entre la carcajada y el cinismo, es el gobernante que debemos merecer cuando, a pesar de todo lo que le está cayendo a su mujer, su hermano, sus dos números 2 y a su fiscal general, sigue al mando de un gobierno de ineptos que se mueven sincronizadamente al toque de corneta de su líder supremo.
Ya hemos sido testigos otras veces de los rasgos psicopáticos de este sujeto, que quiere convertir a España en un país democrático sólo en apariencia y autocrático en esencia, y, por ello, nadie debe hacerse ilusiones sobre su derrota en 2027.
Habrá que estar ojo avizor al voto por correo, especialidad de la fontanera Leire y que Cerdán dirigía desde Ferraz, ¿o no es extraño que tras la aplastante victoria del PP en las municipales y autonómicas de 2023, obtuviera en el envenenado 23-J una victoria insuficiente para gobernar tras que votaran por correo en plenas vacaciones 2.600.000 españoles? Que nadie piense que los pactos PP-Vox de los ineptos Mazón y Guardiola fueron suficientes para que, en menos de 2 meses, Sánchez convenciera a tantos votantes de que venía la ultraderecha y que volveríamos al 36.
Que nadie piense tampoco que, si condenan al Fiscal, al hermanísimo o al trío Koldo/Ábalos/Cerdán, Sánchez se irá, porque no entra en sus planes abandonar el poder, máxime cuando ni se hunde en las encuestas a pesar de la que está cayendo. Sólo se iría si hubiese una sentencia condenatoria firme para Begoña del Tribunal Constitucional –aunque no tenga competencias para juzgar asuntos de derecho sustantivo, pero ya vimos con los ERE a dónde es capaz de llegar Pumpido–, si es que no decide divorciarse antes de irse de Moncloa. Pero ni las condenas a su hermano, al fiscal o al trío del Peugeot le harán irse, aunque fueran firmes, recurrirá al “yo no sabía nada” propio de quien miente con pasmosa y descarada facilidad.
Chulesco, embustero, nada empático y cobarde –va de espantada en espantada porque teme a un pueblo hastiado–, pero con mucho voto cautivo, tenemos chulo de barrio para rato…
También te puede interesar