La ciudad como decorado

Deberíamos pelear para hacer de Granada (y ojalá de toda Andalucía) un destino turístico sostenible y de calidad

Llevamos ya varios días, y puede que hasta años, hablando en Granada del turismo y sus alrededores, polemizando en torno a un tema que, al fin y al cabo, es la principal fuente de ingresos de nuestra ciudad. Al menos, de momento.

Es cierto que no somos una excepción: el debate sobre los modelos turísticos está instalado en nuestro país y buena parte del mundo occidental. En ese debate, como en tantos, las posturas tienden a parecer irreconciliables y los argumentos de cada parte se presentan como innegociables, cada cual en su castillo y de espaldas a todo lo demás. Mal vamos.

En nuestra ciudad son dos las armas del combate: las tapas y las tasas. Y aunque pueda parecer un juego de palabras, con ambos se presentan dos modelos de desarrollo turístico opuestos y casi antagónicos.

En ambos temas, como en casi todo, hay razones para defender una u otra postura. Pero ese no es el meollo de la cuestión. El núcleo duro de la polémica en torno al turismo no es si las tapas deben ser gratis o han de cobrarse, no es si las tasas traerán beneficios o perjudicarán al turismo. El debate verdadero debiera de ser qué turismo queremos y si ese turismo debe o no ser compatible con la vida en la ciudad.

Seguramente quienes vienen a Granada lo hacen, sobre todo, por nuestro patrimonio arquitectónico y por nuestros servicios hosteleros. Pero es innegable que si la ciudad deja de serlo y se convierte en un 'parque temático' en el que desembarcan riadas de visitantes que, tras el paseo y las compras correspondientes, se van, habremos perdido parte de aquello por lo que ahora somos atractivo, la vida que se vive en nuestras calles. Este riesgo, el de la 'turistificación' es ya una realidad en muchas ciudades y se empieza a notar en algunos barrios de Granada. Como en tantas otras cosas, la experiencia ajena debería servir para no tener que aprender de nuestros propios tropiezos.

Este es un tema que desborda a una sola administración o a un solo sector económico y hace necesario aunar esfuerzos y coordinar voluntades para mejorar el futuro.

Deberíamos pelear para hacer de Granada (y ojalá de toda Andalucía) un destino turístico sostenible y de calidad, que compagine las necesidades y deseos de quienes nos visitan con las necesidades y deseos de quienes habitamos la ciudad. Casi seguro que tendrá más éxito promocionar visitas a una ciudad viva que a un decorado, por muy bien armado que éste esté.

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