El color de la nieve

Nos educan la mirada para ver lo que hay que ver. Varios mundos en una misma realidad

La impunidad es tan execrable como el propio crimen. 45 periodistas murieron en el transcurso del año pasado. México lideró el ranking. Asesinatos sin resolver, asesinos que campan a sus anchas con la satisfacción del trabajo bien realizado. Mandatarios que ordenan a sus esbirros, seguros de lo que hay que hacer, tranquilos después de librarse de una mosca molesta, orgullosos de haber aplastado cualquier posibilidad de abrir campo a la verdad. Porque, ¿cuál es la verdad? La verdad es que la nieve es blanca, cuando es blanca la nieve, recuerdo esta premisa en clase de filosofía. Pero si está embarrada ya no es cierto que la nieve sea blanca. Y la nieve sucia no es estética. Los muertos apilados en fosas no son estéticos, no lo es la penuria, el hambre, la pobreza, un sistema capitalista atroz y bien asentado, que asfixia más allá de toda dignidad, mantenido por narcos, por la delincuencia, por la corrupción... Como los subterráneos de un hotel de lujo, donde se esconde la mugre que los dorados hacen impensable imaginar, debajo de los trajes de marca y las sonrisas de anuncio, debajo del césped civilizado y de las calles limpitas sabemos que corren las ratas. Nos educan la mirada para ver lo que hay que ver. Varios mundos en una misma realidad. No habrá guerra entre Ucrania y Rusia, dicen, y sabemos que la guerra es un hecho, lo que no sabemos es lo que se esconde detrás del conflicto, que material energético, cuál es la golosina que hay que recoger cueste las vidas que cueste, porque la vida es lo que menos valor tiene en esta nueva y terrible realidad. Un multiverso sin fisuras por las que intuir aquello que ennegrece el blanco. Olvidemos lo feo y quedémonos mejor con el Metaverso de Mark Zuckerberg, un Metaverso de colores necesitado de sociedades cómplices, predispuestas a colocarse unas gafas gruesas por las que no se cuele ni un resquicio de realidad, porque la realidad de tan cruel, aburre. Sociedades bien educadas desde las aulas donde se preserva la sensibilidad de los universitarios eliminando lecturas violentas. Fuera 1984 de Orwell por "material ofensivo y molesto". Fuera Jane Eyre de Brönte, reclaman los políticos en el Reino Unido, libros brutales para nuestros niños de veinte años. Formemos masas desde edades tempranas que maten zombis y decoren castillos y mañana no habrá que eliminarlos cuando sean conscientes y griten que una mancha oscura y sucia cubre la nieve. Sociedades impunes con los ojos fijos en una realidad ficticia y hueca. Felices de nuestro feliz avatar, orgullosos de no mirar la realidad.

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