En un deporte como el fútbol, el control de las emociones se erige como un requisito indispensable para la consecución de cualquiera de las intenciones, independientemente del plano al que afectan: físico, técnico o psicológico. Así como la inteligencia emocional del futbolista como sustento de los recursos de afrontamiento que tiene cada uno para hacer frente a la competición (partido).
Todo esto va a propiciar actuaciones excelentes, siempre y cuando los futbolistas sean capaces de manejar y ajustar sus emociones a las necesidades que requiere cada situación. Esto es posible gracias a la acción del control emocional. Como sabemos, la falta de este control emocional se presenta cuando el futbolista percibe que no tiene suficientes recursos lógicos a su alcance para afrontar una situación de amenaza externa hacia su integridad física o psicológica.
Por todo esto es tan importante dotar al entrenamiento de contenido psicológico. Y no centrarse, tan exclusivamente, en los contenidos o cargas de entrenamiento en el plano físico. Es cierto que, en la actualidad, las propuestas de entrenamiento intentan ajustarse a la realidad del juego, pero seguimos demasiado preocupados por cuantificaciones y planificaciones, que no cubren todas las necesidades que a nivel competitivo, son necesarias para que el futbolista destaque en la competición.
Por eso, debemos tener siempre presente que " el estado personal y los azares de la situación son factores que conducen fácilmente a la emoción y al estrés con daño directo a los resultados"
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