Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Asomarse a la actualidad a través de los medios de comunicación se convierte en estos últimos tiempos en un ejercicio descorazonador. Asuntos de enorme calado generan debates superficiales y maniqueos que obvian la importancia de defender los valores de respeto a los derechos humanos.
Así, es llamativo el hecho de que un asunto de tanta trascendencia como el genocidio en Gaza sea despachado por líderes políticos de la derecha y la ultraderecha con tanta frivolidad y sangre fría; todo con el único fin de confrontar con el Gobierno. Quedan en el olvido los derechos humanos que están siendo machacados sin piedad por el Gobierno de Netanyahu y resulta muy doloroso tener líderes políticos a los que les resulte irrelevante la matanza indiscriminada de todo un pueblo con el agravante especial de ver tantos niños y niñas asesinados por efecto de las bombas de Israel.
En medio del debate nacional sobre la existencia de genocidio en Gaza o la afirmación de que no existe, la reciente noticia de una red rusa de centros de reeducación de miles de niños y niñas de Ucrania debiera golpear conciencias. Una investigación de Yale detecta 210 instalaciones rusas a las que Putin ha trasladado a unos 35.000 menores de manera forzosa desde el principio de la invasión rusa de Ucrania para reeducarles e, incluso, enseñarles técnicas de guerra y de trincheras.
De nuevo, una acción de manipulación a la infancia que vulnera de forma inaceptable sus derechos más elementales; es más que probable que este hecho pase casi inadvertido y que volvamos a comprobar que las acciones de esta naturaleza importan poco, frente a cualquier otro asunto superficial como los que copan las portadas de los medios día tras día.
El genocidio, la guerra por la invasión rusa de Ucrania o la red de reeducación de niños y niñas ucranianos, constituyen un lamentable ejemplo de insensibilidad que desde la sociedad debiéramos combatir porque, cuando no se respetan los derechos humanos, eso es algo que no nos debiera resultar aceptable en absoluto. Ganemos a la indiferencia aunque solo sea milímetro a milímetro.
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