Desahucio franquista

María del Carmen Abascal, de 87 años, parece estar a punto de ser desahuciada de la casa en la que vivieron y murieron sus padres y su hermano y en la que ella vivió desde niña. Su casa de toda la vida.

En 1956, su padre firmó un contrato de arrendamiento, que aún la mantiene en esa casa; a la muerte del padre se subrogó el contrato la madre de María del Carmen porque la ley impedía a las mujeres firmar. Y a la muerte de la madre, María del Carmen heredó el contrato subrogándose las mismas condiciones, pero la normativa heredada del franquismo impide una segunda subrogación y es por eso que cabe que en la actualidad pierda frente a un importante grupo inmobiliario el derecho a seguir en este domicilio.

Mujer, octogenaria, con escasos recursos: una persona vulnerable que parece atrapada por la tela de araña de una normativa de la época de Franco con la que los especuladores pueden conseguir disponer de la propiedad y hacer un estupendo negocio.

Es una paradoja que en pleno 2025 los tentáculos de la dictadura aún tengan la capacidad de atrapar el derecho a la vivienda que asiste a María del Carmen. Y que esto suceda en estos tiempos en los que una parte relevante de las personas jóvenes consideran que la dictadura de Franco fue mejor que la democracia actual, algo que comenté en la tribuna de la semana pasada.

Ser mujer en la época franquista suponía ser una ciudadana de segunda que no podía firmar determinadas decisiones que estaban reservadas a los padres y/o maridos. Que ahora queden aún rescoldos de aquella época negra nos debe llevar a la acción para evitar este atropello. También, a luchar para que se conozcan las características de la dictadura y contribuir a no volver nunca a ella.

Es por eso que quiero llamar la atención sobre el hecho de que a veces hay cosas que no son irreversibles; ganar la batalla para evitar que María del Carmen sea desahuciada es un objetivo posible que requiere solidaridad por parte de la sociedad y sensibilidad por parte de los poderes públicos.