El día de los periodistas

En los ojos de los periodistas de hoy hay inquietud, hay miedo, hay desconfianza en el porvenir

Hoy, San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, es un buen día para reflexionar sobre esta profesión que por tantos sinsabores pasa. El de periodista es uno de los oficios que más ha cambiado en los últimos años. La irrupción de internet y las nuevas tecnologías han dejado las redacciones esqueléticas y ha disminuido escandalosamente esa ilusión de los profesionales por trabajar en pos de la verdad. Si en los periodistas de antes había una mirada de certeza en el futuro, en los ojos de los periodistas de hoy hay inquietud, hay miedo, hay desconfianza en el porvenir. Solo los hace seguir el entusiasmo, ese que nos ha motivado siempre a los que hemos elegido este oficio. Creo que es hora de pensar qué es lo que esta sociedad quiere hacer con los periodistas. Prefiere arrumbarlos o tenerlos como un colectivo capaz de encontrar la luz en esa selva llena de trampas y de mentiras que permiten las redes sociales. Y eso que todavía no se ha cimentado la Inteligencia Artificial. Dice mi admirado Martín Caparrós que la crisis periodística es un producto de esos cambios técnicos que hacen que los que escuchaban o leían también hablen o escriban, y que cualquiera pueda difundir historias y que la mayoría sean ilegibles y unas pocas buenas, y esas pocas tengan la posibilidad de circular mucho mejor que antes. Es la caída de los grandes medios hegemónicos, los que definían qué existía y que no. Eso ya no lo consiguen y se duelen.

Hace unos días, este periódico que usted, querido lector, tiene entre sus manos o está leyendo en su versión digital, ha cumplido veinte años de vida. Lo mismo que Granada Digital, otro medio que nació hace dos décadas. Que un medio cumpla la mayoría de edad es algo que hay que festejar, a pesar de que, en un contexto marcado por los recortes, los despidos de trabajadores y las míseras pagas, muchos medios y, por ende sus profesionales, les sea muy duro subsistir. Sin publicidad, no resplandece la verdad, decían los comerciales antiguos. Ahora muchos medios salen adelante gracias a la entrega de los jóvenes periodistas que trabajan sin descanso más de doce horas al día por una mísera paga. Que renuncian a días festivos, puentes y sueldos dignos porque todavía creen que otro periodismo es posible. Y cuando esos periodistas se queman, tiran la toalla, siempre hay otros periodistas de recambio, chavales y chavalas que están dispuestos a renovar ese entusiasmo. ¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta. En ustedes, queridos lectores, está la respuesta.

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