La ‘disneyficación’ de Granada

26 de noviembre 2025 - 03:06

Está claro, nos hemos abonado al consumismo viajero y estamos convirtiendo nuestras ciudades en parques temáticos solo para turistas, a la vez que recordamos con cierta nostalgia cómo los negocios céntricos de antes se convierten en establecimientos relacionados con la hostelería y las casas en apartamentos turísticos. En Bib-Rambla todos los negocios son bares o restaurantes (mi amigo Luis le llama Bar-Rambla) y ya ha perdido definitivamente esa esencia lugareña que daba sentido a su anclaje sentimental en el alma de los granadinos. Lo mismo que la plaza del Campillo, la de Mariana Pineda o la de La Trinidad, donde antes había vida social (limpiabotas, vendedores de chumbos, meloneros, comerciantes ambulantes…) ahora hay cafeterías y terrazas de negocios hosteleros que ocupan todo el espacio disponible. En el Albaicín están desapareciendo las viviendas como tales, cuyos dueños las convierten en apartamentos turísticos debido a la gran cantidad de visitantes ocasionales que quieren instalarse por unos días en el barrio morisco por antonomasia. Los buscadores de frases y lemas llaman a este fenómeno la disneyficación de las ciudades, sobre todo las más turísticas como Granada, que en los últimos años ha sufrido un cambio al expulsar a sus ciudadanos para transformar el entramado céntrico urbano en un conjunto de hoteles, pisos en alquiler, tiendas de souvenirs, tiendas temáticas, restaurantes y bares para turistas. Por supuesto no hay que demonizar el turismo, pues de él ha vivido Granada desde hace mucho tiempo, desde que Washington Irving y los viajeros románticos consiguieron atraer la atención de los viajeros que se atrevían a salir de sus lugares de origen. Desde entonces hemos vendido Granada como un reducto orientalista y exótico con el que hay que contar a la hora de programar un viaje. Tampoco hay que estar en contra del sector hotelero, que hace subir la renta per cápita, pero una cosa es que se abran bares y restaurante con cierta mesura y otra que llenemos las ciudades de establecimientos dedicados al más depurado sistema de sacar dinero, como si fuera un parque temático o un recinto de feria. El ocio ya no es gratis. Hay que gastar. Es una masificación que destruye la riqueza y la variedad urbana, para estandarizarla en un producto consumible, ajeno de la realidad. Recientemente estuve en una ciudad italiana de la región de Puglia en donde no podías mear si no era con un euro por delante. Y si ibas a una cafetería o un bar, te obligaban a consumir. Esto todavía no ha pasado en Granada, pero la posibilidad está en camino.

stats