El disparate nacional

Ha sido una constante que los mandamases españoles no hayan sabido estar al nivel que su cargo les exigía

Como una nueva obra de García Berlanga, los españolitos asistimos impávidos al triste espectáculo con el que cada día nos sorprenden nuestros representantes elegidos democráticamente. Ha sido una constante en la Historia de España que los mandamases, ya fueran reyes, validos varios o presidentes electos, no hayan sabido estar al nivel que su cargo les exigía. El pueblo, no obstante, a pesar de la incultura manifiesta durante siglos y la propensión a autodestruirse, casi siempre ha estado por encima de sus gobernantes. Esa España que, como escribió Machado, siempre está dispuesta por uno u otro lado a helarte el corazón, sigue presente en nuestras vidas como si fuese algo que, a fuerza de repetirse siglo tras siglo, haya quedado marcado en nuestros genes. Y nuestros representantes no iban a ser de otra manera. Su enemigo está en el pueblo y el más agresivo en casa, en el mismo partido, en la misma institución.

Hablo con un amigo y le pregunto por su hijo que, durante varios años, ha pertenecido a una formación política llegando a desempeñar cargos de responsabilidad. Da igual la que sea, porque en ello sí que no existen diferencias. Me contesta que, afortunadamente, ha dejado la política y ha decidido volver a su profesión de abogado. No ha sido capaz de resistir las puñaladas traperas de sus mismos compañeros de partido ni de desempeñar ese papel hipócrita y a veces desvergonzado que sus superiores le exigían.

Es una pena que personas honestas y con interés por trabajar en la cosa pública no encuentren sitio entre la caterva de arribistas, ineptos y vividores de sueldos públicos. Da la impresión de que solamente los peores, los que no tienen donde caerse muertos fuera del sueldo procedente del erario público, resisten a las embestidas e infidelidades de aquellos que han hecho de ello su modus vivendi. Son capaces de defender su pan como el ave rapaz que acaba de conseguir una presa. Son maestros en el arte de representar la parodia de La escopeta nacional o Patrimonio nacional, aunque parezcan más bien extraídos de Bienvenido Míster Marshall. Berlanga puro. Todo es una parodia, una representación que encuentra sus raíces en la comedia y, de vez en cuando, acaba en drama nacional. Lo de ahora más bien se parece a Atraco a las tres, genial obra de José María Forqué. Hasta para eso hay que tener más arte y menos mezquindad e incompetencia.

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