
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Mucha justicia, poca ética
La más disputada de las entradas a eventos que se hayan conocido en esta ciudad es la que permite tener un sitio entre la aristocracia del cine que viene en un convoy de tren especial esta semana a Granada.
Como si fuera un baile de presentación en sociedad de los Bridgerton, todos quieren estar ahí, entre las miles de personas que van a abarrotar el salón de actos del Palacio de Congresos, entre los elegidos que podrán estar a ambos lados de la alfombra roja o, a ver quién lo logra, en el Teatro Isabel la Católica para ver a unos metros a, nada menos, que a un semidiós, qué digo, a un Apolo mismo del celuloide llamado Richard Gere.
Hay verdaderos codazos, navajazos, levantadas de teléfono para recordar pasados favores que ahora se cobran aunque sea irremisiblemente sin éxito pues todo se está llevando desde Madrid. Dicen que a nivel local han dado algunas entradas (parece que en el Ayuntamiento ni siquiera alcanzan a todos los concejales, esperemos que no se les ocurra dejar fuera a nuestro Paco Cuenca, verdadero artífice de este evento que tanto retorno le va a dejar a la ciudad cuyo trabajo ahora luce para lustre de otro equipo municipal) pero no muchas. Hay que tener contactos en Madrid, según cuentan.
Pero nada. No hay manera. Los lugareños, salvo que seas alguien muy, muy pez gordo, sólo podrán ver el acontecimiento del año, del lustro o de la década por la tele y en pantuflas. Calentitos por lo menos, eso sí.
Hay cierto sinsabor entre los que no entran en las listas. Todo para Granada pero sin Granada. Otra vez más. Parece un patrón. Demasiado repetido cuando son cosas que lucen. A todo se acostumbre paisanaje local.
Asistir a este acto dará relumbrón. A todos les gustaría estar entre esa gauche divine de los linajes del celuloide patrio, esa que tiene opinión política propia y se pronuncia casi siempre en la misma dirección, todos vestidos de gala sonrientes y súper felices.
Y es que vamos a tener unos micro Oscar en Granada pero no cabemos todos en el patio de butacas. Habría que saber bien quién lleva los criterios de selección. Si irá, por ejemplo el jefe del Madoc o el arzobispo. No sé. Algo más de información. Porque cuando empiecen a dar las estatuillas nos vamos a quedar todos embobados con las galas y los trajes, los llantos y el crujir de dientes y ya todo se nos olvidará a mayor gloria de ese arte tan humano que nos sabe a divino desde la lejanía y la expectación.
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