La clave

Juan Vázquez / Allegue

El esclavo de Al-Hamra

EL otro día, unos amigos de perfil samaritano, me regalaron la novela El esclavo de la Al-hamra del ciudadano manchego Blas Malo, un ingeniero de caminos que salta al mundo de la narrativa generando sorpresa y admiración. Blas -que a la luz de su obra debería apellidarse Bueno- pertenece a esa generación de profesionales animosos que aprovechan los tiempos muertos para desarrollar la afición por el mundo de la narrativa sin prisas pero sin pausa, con serenidad y sin la urgencia emocional de querer estar a toda costa en los escaparates de las librerías. Blas Malo era un aficionado que ha demostrado no lo es tanto.

El esclavo de la Al-hamra es una novela de aventuras que tiene en Medinat Garnata su escenario literario y en el visir Ibn Zamrak la responsabilidad de mantener la paz y las alianzas entre el reino nazarí con los reinos cristianos y los meriníes. Una historia suspicaz que nos traslada a un pasado de la Granada que no fue pero que bien pudo haber sido. Lo mejor de Malo en la novela es su capacidad de describir con rigor y sobriedad el contexto social, político y religioso que se vivía en la Granada de entones. El autor camina, como buen ingeniero, por el pasado de los hechos para recrearlo con la capacidad de la mirada objetiva que establece el paso del tiempo y la visión positiva de un momento en donde la paz pretendía ser el bien más preciado y la convivencia el galardón más valorado.

Blas Malo es muy bueno contando historias que se superponen y generan ambición literaria. Los cambios de escenarios no se perciben, los desplazamientos son ágiles, las imágenes elocuentes. Sólo otro ingeniero de caminos con arte literario podría haberlo hecho mejor, sumergirnos en las largas caravanas de comerciantes en ruta a Samarcanda. Sólo un gran narrador puede hacer lo que Malo ha hecho muy bien, impresionarnos con los olores de especias del zoco de Madinat Garnata y hacernos sentir la sal del Mediterráneo sobre la cubierta de los barcos de Al-Borani.

La ficción literaria tiene en la novela histórica su mejor aliado. Una buena documentación previa y un buen estilo narrativo son capaces de recrear el pasado y acercarlo al presente. Pero pocos disponen de estos dos ingredientes. Blas Malo ha logrado dar el salto del ingeniero de caminos al ingenio narrativo. Y lo ha hecho muy bien. La vieja Granada vuelve a ser un escenario literario ideal, y el entorno de la Alhambra un referente narrativo ineludible. Para mí, Malo ha sido un buen descubrimiento. Y su obra, una disculpa más para demostrar que Granada es mucho más de lo que algunos hoy quieren hacer de ella.

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