La esquinita del señorito andaluz

Insultan al presidente de una comunidad, la nuestra, llamándole acosador y arrogante señorito

Desde su pequeña esquinita, y su arrogancia de señorito…", ésta inscripción ya se ha convertido el perenne epitafio con el que se ha tallado en piedra la verdadera personalidad de la ministra Teresa Ribera. Su propia leyenda la determina más a ella que al destinatario a quien insultaba, encima, como acosador. Le define a ella y al estado de ansiedad en el que están ahogándose los ministros ante el temor de perder, también, las elecciones municipales. Perdieron Andalucía y ésta es su respuesta, ésta es la descripción, la consideración que ellos tienen de nuestra tierra a la que los socialistas han dejado que se secara, en todos los sentidos, durante cuarenta años. La ira ha contaminado las entrañas del presidente de España más visceral que hayamos recordado, quien tanto él cómo su séquito labran sus políticas y discursos entre las mentiras, injurias y el desprecio, no sólo a otras ideologías, sino a las personas que las profesan. Su odio trasciende lo político y tiran a dar a lo personal. En esa pequeña esquinita, que es la región más poblada de España, la segunda más extensa, la que es rica por tierra, mar y aire, con unas riquísimas costumbres, culturas y, ahora, crecimiento real económico con desarrollo social y empresarial internacional demostrable, en esa pequeña esquinita digo, hemos recibido con estupor constantes insultos. Primero desde ese programa de televisión catalana. Ahora, desde el gobierno central se nos tacha nimios, insignificantes, pequeños, diminutos, esquinados, señoritos. Insultan al presidente de una comunidad, la nuestra, llamándole acosador y arrogante señorito. Para Teresa Ribera y su Gobierno, como si en otro zafio programa de televisión pública estuvieran haciendo bromas, nos califican de señoritos andaluces a los que ella deberá explicar para describir y definir exactamente a qué se refiere con ello. El cisma generado ahora, es por Doñana, el Parque Nacional que durante 40 años ha estado abandonado y que los socialistas permitieron que se esquilmara su agua y su valor. Un grave problema que se debe resolver y al que ha de enfrentarse, irremediablemente, Juanma Moreno que, como otros problemas, asume una vez más el inevitable y difícil arreglo legal pero no imposible. Un asunto en el que Pedro Sánchez tiene su responsabilidad de trasvasarnos agua, pero que no atenderá porque para él somos una pequeña esquinita de España a la que sigue ultrajando.

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