Los ex están enfadados

Muchos son los que consideran que los liderazgos son patrimonio suyo por ley divina

Sí, y mucho. Probablemente por su propia condición de protagonistas que fueron. El tiempo los ha ido dejando atrás y viven rodeados de nostalgia reivindicando que todo era mejor antes. Añadan a eso el resentimiento propio de los egos que no se ven reconocidos ; el enfado por haber sido derrotados; y el olvido inasumible para sus vanidades; y el resultado los muestra como los primeros en criticar a quienes ahora protagonizan la actualidad, a los que lejos de ayudar con sus experiencias, aborrecen , envidian e insultan. Y es que ocurre que muchos son los que consideran que los liderazgos son patrimonio suyo por ley divina y son incapaces de reconocer que nada es eterno y los tiempos cambian. De ahí que estos militantes del resentimiento sean la primera fuente de la que beben quienes buscan denostar a los dirigentes de hoy en todos los órdenes de la vida.

Ejemplos hay en todos lados. Desde la siempre perdedora Rosa Diez , ex destacada militante del PSOE y ahora ferviente defensora de los postulados más ultras; al necesitado de popularidad Ramón Tamames, ex comunista , convertido en portavoz de Vox; el ex presidente catalán Puigdemont, carcomido por el olvido que la ciudadanía le dispensa; los grupos de intelectuales y ex ministros del PSOE indignados por su falta de protagonismo en el actual Gobierno, o los sorayos y seguidores de Casado defenestrados por la actual dirección del PP. Comportamientos así muestran efectos divertidos. Por ejemplo, el Felipe González al que Aznar se dirigía diciéndole "váyase Señor González", es ahora alabado por comentaristas y políticos enfrentados a Sánchez, lo que permite presagiar que veremos pronto a partidarios de la izquierda piropeando a Rajoy frente a Ayuso. Son cosas curiosas que tienen su explicación en la falta de coherencia de los partidismos exacerbados. Todo sirve con tal de dañar al enemigo, incluso el aprovecharse de los disidentes, de los ex que en su día fueran los primeros en reverenciar los idearios que ahora critican. Defender unos postulados u otros según como nos va, muestra con crudeza el cainismo existente en amplias capas de nuestra política y el escaso valor de los argumentos que se defienden en ocasiones, ya que sólo ocultan un rotundo "¿Qué hay de lo mío?". No sólo es un espectáculo patético, sino profundamente ineficaz, porque el resentimiento nunca construye nada para el bien común y amarga de por vida a quienes lo practican. Así pues, estuvo bien mientras duró y suerte a quienes ahora están.

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