La colmena

Magdalena Trillo

El feliz epílogo del botellón

NO importa si decide disfrutar la Semana Santa desde dentro o desde fuera. De procesiones o de bares. La receta es similar: desayune bien cuando se levante, no se le ocurra llevar unos zapatos que le molesten -se pondrá de mal genio-, camine recto con la mirada alta, pida lo que le apetezca y diga lo que piense, no deje para mañana lo que pueda hacer hoy, compense los excesos con algo de ejercicio -hasta los investigadores de la UGR han demostrado con ratones que es mucho más efectivo que hacer dieta-, asegúrese de tener bien ubicados en casa fotos, frases y recuerdos de las personas que le importan y preocúpese de vez en cuando de escribir sobre un papel todo aquello que le haga sentir bien.

Es la (enésima) fórmula de la felicidad. Pensará que lo mismo podría dar estos consejos un psiquiatra que un chamán. Efectivamente. Que poco tienen de originalidad y que lo mismo servirían para un pobre que para un rico, para un español que para un griego, para un albañil que para un oficinista. Otra vez sí. Lo curioso es que forman parte de un decálogo de quien ya es conocido en medio mundo como el "profesor de la felicidad". Y lo realmente llamativo es que no sólo se ha convertido en el docente con más alumnos de Estados Unidos sino que ha logrado desbancar la exitosa -aburrida y previsible- Introducción a la Economía con su Ciencia de la felicidad.

Tal Ben-Shahar. Emigrante israelí. 45 años. 1.400 alumnos por semestre. Dos best-seller traducidos ya a 25 idiomas. Psicólogo y filósofo. El gurú de la felicidad del siglo XXI. Con su "psicología positiva", el término académicamente correcto con que diserta en sus clases, Ben-Shahar demuestra a sus estudiantes que se puede ser "feliz en lo global". Aunque experimentemos dolor, tristeza, desengaño o abatimiento de forma puntual. Aunque alguna vez tengamos que recurrir a un antidepresivo. La felicidad, dice, es una suma de pequeñas cosas. De vivencias. Porque una persona es realmente feliz cuando "disfruta las emociones positivas" al mismo tiempo que considera que su vida "está llena de significado". En realidad, es una reflexión tan subjetiva, abierta y relativa que hasta permitiría dar sentido al conocido pragmatismo sarcástico de Groucho Marx. Aquel de "la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna"…

Que cada cual decida si son tiempos para la trascendencia o para el derrotismo y la incredulidad. De Ben-Shahar podríamos quedarnos con el impagable consejo de los zapatos y con una lección colateral: todo depende más de nosotros mismos de lo que pensamos. Con o sin fortuna, con o sin mansión.

Llevo la reflexión al pantanoso paisaje de la actualidad. Estoy segura de que los vecinos de Arabial fueron tremendamente felices el viernes por la noche por algo casi trivial: la no-Fiesta de la Primavera. Pudieron pasear y dormir. Ayer se levantaron sin tener que esquivar vomitonas, basura ni meadas. 70 agentes para blindar el botellódromo e impedir el desmadre de alcohol con que miles de jóvenes han venido celebrando el cambio de estación en la última década. Sólo ha sido un ensayo, el invento de la Holi Run es una salida exótica más que excepcional pero ha funcionado. Era tan fácil (difícil) como decidir que se acabó.

La verdadera prueba llegará cuando los 60.000 universitarios que ya a mediados de semana habían desaparecido de las aulas anticipando el parón de Semana Santa -la oportunidad-casualidad también entran en juego- vuelvan a la capital y el buen tiempo les atraiga a las calles como un imán. ¿Para hacer botellón? No deja de recordarme estos días la redactora que le ha tocado cubrir el epílogo de la Granada del botellón que hay demasiado dramatismo. Que ella vivió el desmantelamiento en Málaga y que fue sólo eso: un punto y final.

Yo dudo. Pesan los cinco siglos de la Universidad y pesa la tradición. Tanto como la malofollá. Cuando argumento que "Granada es especial" siempre hay alguien que me contesta que en todas las ciudades dicen lo mismo. Discrepo. Las novatadas, por ejemplo, se han prohibido en toda España y en Granada ahí seguimos.

El concejal Luis Salvador, muy en su línea de discreción y falta de protagonismo, dejó perplejos esta semana a los periodistas cuando compareció en rueda de prensa para defender que, si hay algo que se mueve en esta ciudad, es gracias a Ciudadanos. Y al acuerdo de 50 puntos que firmaron antes del verano con el PP para "facilitar la gobernabilidad de la capital". Incluido, por supuesto, el fin del botellón. Desde luego, no contribuye a matizarlo que el alcalde haya decidido cumplir a rajatabla el papel de "abuelo conciliador" que anunció en su investidura y se pase las semanas confesando que ni sabe ni quiere saber. Ni hace ni quiere hacer.

Ni siquiera firmar la carta de dimisión que su concejal Isabel Nieto le lleva presentando desde diciembre para terminar de una vez con las acusaciones, amenazas y presiones derivadas del 'caso Serrallo'. Esa historia va más allá de la exigencia de C's para mantener en stand by la amenaza de moción de censura -¿alguien ve a Luis Salvador y a Paco Cuenca capaces de decidir juntos algo más que tomar un café?- y es mucho más delicada que la del botellón. Empezando porque en el trasfondo subyace el latente duelo Pepe Torres-Sebastián Pérez y hay destacados empresarios de esta ciudad que -en teoría, soterradamente; en la práctica, con sonora exposición- han decidido sumarse a la batalla.

Radiografíen la escena pensando en las enseñanzas de Tal Ben-Shahar. Luis Salvador nunca se ha puesto unos zapatos incómodos -está feliz hasta de conocerse-, el alcalde ha decidido que es hora de ir descalzo, a Sebastián Pérez le aprietan desde que lo desalojaron de la Diputación y a Isabel Nieto le hacen un daño horroroso pero no se los dejan quitar.

Pero no dramaticemos... (Siempre) hay salida. Los de Podemos no tienen la patente del "sonreíd, sí se puede" y nos espera toda una Semana de Pasión para enderezar el camino. Les ayudo sustituyendo la recurrente imagen del botellódromo con que iba a ilustrar el artículo con una relajante imagen junto al mar. Súmele una tostada con buen aceite y elija unos zapatos cómodos.

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