NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Fui al ferial porque quería comprobar si ha cambiado mucho desde que en 1982 lo pusiera en marcha César Valdeolmillos. Fue el pasado domingo. Me habían invitado en la caseta La Malafollá en calidad de ser el primero en tener ese galardón. Nos lo dieron hace varios años a Marina Heredia y a mí. No sé si Marina habrá acumulado desde entonces más malafollá, pero yo sí. Creo que la edad nos hace más escépticos, reservados, tiquismiquis y más malafollás. Cuanto más viejos, más pellejos, dice el refrán. En la caseta eran todos mucho más jóvenes que yo. Cuarentones y cuarentonas en plena efervescencia vital que quieren seguir con la tradición casetera, lo que, sin duda, es de agradecer. El mundo de la jarana siempre tiene repuesto. En el local había aire acondicionado y para pagar había que hacerse con una pulserita que tenías que utilizar a la hora de consumir: un camarero te pasaba el móvil por la pulserita y listo. Todo muy modernizado. Me acuerdo de las colas que había que hacer antes para obtener los tiques y de las raciones de queso que te ponían cuyo calor ambiental levantaba los picos de las piezas y le hacían parecerse a esos zuecos con las punteras para arriba que se ponen los holandeses. ¿Y aquellas lonchas de jamón que se ponían sudorosas, como si hubieran pasado por una sauna? A las croquetas que te servían en las casetas había que soplarle, no porque quemaran o quemasen, sino para quitarles el polvo. Ahora el aire acondicionado no permite esos desbarajustes alimenticios. Todo ha cambiado mucho. Apenas hay ya polvo porque han cementado muchas calles y la seguridad está más que cubierta con retenes de Policía Local, Policía Nacional, Protección Civil y asistencia sanitaria. Como una ciudad, pero en pequeño. Solo falta un Mercadona (digo esto sin la intención de dar ideas). Me acuerdo del follón que se montó en 1982 (muchos de los integrantes de la caseta de La Malafollá ni habían nacido) cuando el concejal Valdeolmillos dijo que el mejor sitio para un ferial era Almanjáyar. Le cayeron hostias por todos lados. Hostias que él recibía con estoicidad envidiable, como al cristiano que le hacían poner la otra mejilla. El ferial ha cumplido 43 años y ya no es tan repulsivo como entonces. Ha habido algunos intentos de cambiarlo de sitio, pero parece que Almanjáyar ya no está en el culo del mundo. Larga vida al ferial.
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