En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
El simple paso de un camión o que tu pareja mueva una mesa nos pone al borde del infarto. Y cuando ayer parecía que el día iba a ser tranquilo llegó el recordatorio final con otro zambombazo de 3,2 grados, que no causó los destrozos materiales del de 4,3 del día anterior, pero que sí volvió a destrozar nuestros nervios. Lo malo de los terremotos es que no podemos culpar a los políticos, y tener un blanco para descargar las frustraciones siempre es un recurso fácil. Sólo nos queda cargarnos de paciencia y esperar a que las placas tectónicas dejen de asustarnos a su antojo. Eso quien haya salido con sólo alguna grieta junto a la ventana, porque hay vecinos que tienen serios desperfectos en sus hogares, y eso ya sí es un problema. La verdad es que por cosas más nimias se ha llegado a pedir la declaración de zona catastrófica y, en el caso de Granada, está por comprobar cómo están afectando los terremotos a las estructuras de las casas. Hasta la UME celebró ayer una reunión para analizar los continuos temblores de tierra, lo que por un lado tranquiliza pero por otro produce un escalofrío en la espalda.
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