El año nuevo supondrá el exilio de los amantes del tabaco a las calles. El cierre de cualquier espacio cerrado a los humos a partir de ayer obligará a todos aquellos que quieran seguir disfrutando del placer de un cigarro a hacerlo lejos de edificios públicos. Sólo cabe que con la entrada en vigor de la nueva ley las aceras y plazas no se conviertan en un vertedero de colillas y los empleados como el de la foto no tengan que pasarse el día recogiendo. Más ceniceros adaptados y la concienciación de la población evitarán que el cambio lo terminen pagando los espacios al aire libre.
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