Un inquieto albuñolense

Francisco José Orellana, militar, pasó gran parte de su vida en Barcelona, en la que escribió sus obras

Llega a mis manos el facsímil de un librillo, cuyo largo y sugerente título me llena de inquietud e interés por ojearlo en detalle. Ahí va su nominación: Vocabulario de disparates, extranjerismos, barbarismos y demás corruptelas, pedanterías y desatinos, introducidos en la Lengua Castellana, dice la portadilla de esta edición en octavo, que el material en cuestión se ha obtenido de “muchos periódicos políticos y literarios, novelas y libros más o menos científicos, discursos académicos y parlamentarios, documentos oficiales y anuncios particulares”. Su autora, una tal Ana-Oller, de la que hemos sabido que ese nombre no es sino el anagrama de Francisco José Orellana, que nació en Albuñol, en 1820 y rindió el alma en 1891.

Este interesante personaje albuñolense, escribió y mandó imprimir en Barcelona, en 1871 la obra que dejamos citada, un trabajito con frustradas aspiraciones filológicas con apenas 70 páginas. Orellana dedicó su vida a la profesión de militar y pasó gran parte de ella en la mencionada capital catalana, en la que escribió y dio a la imprenta otras –no muchas– obras suyas, como fue una robusta biografía en tres volúmenes del célebre General don Juan Prim y Prat, conde de Reus e influyente benefactor de la Casa Real de Saboya en nuestro país. Escribió nuestro Ana-Oller, también, un puñado de mediocres novelas históricas, dedicadas, entre otros personajes, a Francisco de Quevedo, Cristóbal Colón o la reina Juana la Loca.

Hasta 1848 permaneció en la Ciudad Condal, siendo trasladado ese año a Madrid, donde dirigió el periódico El Bien Público, en el que fue publicando numerosos artículos sobre las más diversas y dispares materias y dirigió, asimismo, la colección Los grandes poetas, koyas de la literatura universal, publicando, además, varios tomos del Teatro Selecto antoguo y moderno, nacional y extranjero. No paraba ahí su inquietud literaria, periodística e investigadora y llegó a traducir diversas obras de Alejandro Dumas.

La obra primera que hemos citado de este prolífico albuñolense, su Vocabulario de disparates llegó a tener cuatro ediciones, la ultima en el mismo año de su fallecimiento, 1891 siendo preparada por su hijo. No nos atrevemos a pensar, tras un paseo literario por las páginas de esta especie de diccionario de la lengua abominable, lo que hubiese podido llegar a escribir el bueno de Francisco José Orellana, de haber vivido en nuestro tiempo junto a tanto pretendido escritor destrozando, literalmente, la Lengua Española con brutales expresiones, impronunciables ‘palabros’ y sintaxis pasada por el molinillo del café. Y la Real Academia desbordada con tanto trabajo ¿O no?

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