El lanzador de cuchillos

El inventor de palabras

A sus sesenta y tantos, Pepe Arenzana es todavía aquel crío que preguntaba cómo se decía tranvía en alemán

Pepe Arenzana es de Huévar, pueblo del Aljarafe sevillano en el que hay una taberna especializada en glándulas de esturión. Periodista de la vieja guardia, fue durante años reportero de guerra, como su cuate Arturo Pérez-Reverte, que llamó Joseph Arenzana a un personaje de la saga Alatriste; junto a Félix Machuca, escribió guiones para Herrera y Quintero –en el foro que dirijo recibió al mito televisivo a porta gayola: “Jesús tiene muchos talentos, pero el principal de todos es su capacidad para arruinarse”–. Después, languideció un par de legislaturas en esa mamandurria estatutaria del Consejo Audiovisual de Andalucía, donde se entretenía tocándole –literalmente– las narices al comunista Eduardo Castro; tras un accidentado paso por las tertulias políticas, se desempeña ahora en un primoroso programa cultural de la radio pública andaluza.

Pero a Pepe, en las horas libres, lo que le gusta es jugar con los conceptos y los vocablos –también con las imágenes: espero que algún día muestre sus fotografías, irónicas y aceradas–. A sus sesenta y tantos, es todavía aquel crío que preguntaba, sin esperar la respuesta, cómo se decía aparcamiento en árabe o tranvía en alemán: Atalajacaalaestaca, subanempujenestrujenbajen.

En el Ficcionario que acaba de publicar en la editorial Última Línea, y que presenta esta tarde Juan y Medio –otro niño grande– en la Feria del Libro de Sevilla, hay un millar de palabras inventadas que sacan una sonrisa al lector y ayudan a retrasar el Alzheimer. Son de carácter político –“Arrementirse: término que expresa falsos actos de contrición para hacerse perdonar fechorías del pasado, al estilo de un tal Sánchez”– o gastronómico –“Tekiereyadakí: manera de echar a los comensales muy plastas y rezagados del restaurante japonés”–. También las hay geográficas –“Croacia: país célebre por el canto de sus batracios”–. Mi preferida es esta paradoja: “Universo: mínimo poema infinito”.

Y como el Adriá que llevo dentro también se pirra por la deconstrucción, aquí le dejo a mi amigo Pepe –gratiset amore– un par de artefactos verbales por si quiere incluirlos en próximas ediciones de su divertidísimo diccionario fake. Ahí van. “Burgalés: Individuo de una población británica en la que hace un frío de la hostia”. Guirigota: “Agrupación musical de carácter carnavalesco compuesta por doce tipos de Düsseldorf con problemas de artritis por la excesiva ingesta de marisco”. Y si quiere más, que le pregunte al presidente in pectore qué significa amnistía.

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