La trastienda
Siete años para un espigón
El lanzador de cuchillos
Uno. La bicicleta evita atascos, no contamina y respeta el entorno. La movilidad sostenible pasa por los pedales y Pedro Sánchez, presidente sostenido cuya movilidad –moral y programática– nadie osará poner en duda, ha anunciado que se baja del Falcon para subirse al carro progre de la bici. O algo así. Y lo ha hecho justo cuando Almeida ha anunciado que revocará las licencias municipales de los patinetes de alquiler. Este mensaje del inquilino de La Moncloa iba dirigido al pepero: “Les pido a los alcaldes que no se dejen llevar por el oscurantismo anticlimático de algunos partidos políticos que desmantelan carriles bicis y zonas peatonales”. Que nada quede sin sexar en la España del Muro de Pedrín: la bicicleta vota socialista y el coche de Milikito ya no es de papá, sino del pepé.
DOS. Broncano es sanchista, Trancas y Barrancas, ayusers. Según el CIS de Tezanos, los hombres –sobre todo, los jóvenes– son mayormente fachosféricos y las mujeres pasionarias. Savater era un socialdemócrata templado y ahora es un conservador moderado. Pero, ¿qué son la izquierda y la derecha? Acudamos a una voz autorizada, el filósofo –de izquierdas– Norberto Bobbio: “Entonces, ¿todavía existen la izquierda y la derecha? Y si todavía tienen un significado, ¿cuál es?”. La distinción gravita en torno al concepto de igualdad. Para Bobbio, las personas de izquierdas dan mayor importancia, en su conducta moral y en su iniciativa política, a lo que iguala a los hombres, mientras que quienes se proclaman de derechas están convencidos de que las desigualdades no se pueden eliminar y que ni siquiera se debe esperar su supresión. La izquierda siempre aprueba el teórico, pero lleva décadas suspendiendo el práctico.
TRES. El gran Giorgio Gaber, en su canción Destra-sinistra, subrayaba una cierta incapacidad para hacer converger los ideales con la vida cotidiana, lo personal con lo político. El Señor G, como era conocido, apuntaba a los clichés de quienes se declaran de derechas o de izquierdas, cuando la mayoría de las veces el verdadero significado es desconocido para quienes se proclaman de una u otra facción. La parodia era imbatible: “Los blue-jeans, que son un signo de izquierdas, con chaqueta se escoran a la derecha; los conciertos en estadios son de izquierdas; los precios, más bien de derechas”. “Pero qué es la derecha, qué es la izquierda”, se preguntaba en el estribillo, hasta la exclamación liberadora final: “¡Basta!”. Gaber, por cierto, fue comunista y acabó casado con una senadora de Berlusconi.
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