La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
Tengo a la bielorrusa Svetlana Aleksiévich por la mejor escritora viva junto a la estadounidense Marilynne Robinson. Fueron dos rejuvenecedores descubrimientos otoñales. Nada hay más emocionante que descubrir a uno de esos pocos escritores –afortunadamente son muchos, pero pocos en relación con la totalidad– que pasan a formar parte de nosotros como algo propio, cuyos libros se ponen aparte, junto a los más queridos y más nuestros. Por eso cuando leí que Edhasa publicaba Jatyn de Alés Adamóvich (1927-1994), a quien Aleksiévich considera su maestro en el arte nuevo del relato coral que suma la literatura, el periodismo y el memorialismo, prolongando y ensanchado los caminos abiertos por nuestro Chaves Nogales, James Agee o John Hersey, no lo dudé. Y no me arrepentí. Por eso lo recomiendo.
Hay que decir que la discípula superó al maestro. Pero eso, lejos de quitarle mérito a Adamóvich, los engrandece a los dos. Tan cierto es el aristotélico “el verdadero discípulo es el que supera a su maestro” como que el verdadero maestro es aquel que se complace en el discípulo que lo supera.
Jatyn funde novela, memoria, testimonios y ensayo. Al hilo del viaje en autobús de un grupo de antiguos camaradas partisanos por los lugares en los que combatieron, se va reconstruyendo el episodio de la destrucción de una pequeña aldea en 1943 ¡–una de las 9.200 aldeas bielorrusas exterminadas por los alemanes de la unidad SS-Sturmbrigade Dirlewanger– cuya población fue encerrada en un pajar y quemada viva. Adamóvich, a partir de sus recuerdos como partisano, archivos de guerra y testimonios de los cinco únicos supervivientes, lo recrea con un escalofriante detallismo sensorial que parece manchar de sangre y barro al lector, hacerle oír los gritos de las mujeres y los niños, oler la carne quemada y la putrefacción de los cuerpos abandonados.
Escrita entre 1968 y 1971, bajo el impacto de la guerra de Vietnam, Adamóvich hace que en el relato irrumpa la matanza de My Lai, perpetrada por tropas estadounidenses el 16 de marzo de 1968: entre 300 y 500 civiles –hombres, mujeres, ancianos, niños, bebés– fueron torturados y asesinados de las formas más crueles por las tropas al mando del teniente William Calley. En este puente tendido entre Jatyn y My Lay hay lección para nosotros, hoy.
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