Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Entre las calles tomadas por karts con influencers, las procesiones a todas horas fuera de la Semana Santa y el capricho de cortar la calle Reyes Católicos los domingos, Granada, la ciudad de la suciedad, los grafitis y la degradación de los espacios públicos, se está convirtiendo en una pesadilla continua para transitar por ella.
No sé quién habrá tenido la estrambótica ocurrencia de convertir a nuestra ya maltratada ciudad en una secuela de Mario Kart para lucimiento de los influencers de turno, cual auténtico Mónaco de la cutrez, la vulgaridad y el anti glamour, como antagonista chabacano del elitismo monegasco.
Pero ni Granada es Mónaco –más quisiera Mónaco–, ni necesita promocionarse con semejante tipo de eventos, que lo único que han conseguido es colapsar la ciudad durante ocho días para mayor gloria de los cani-chonis de turno.
Pero el caos que soportamos en Granada no sólo procede de eventos tan desubicados como este de los karts –que hubiese encajado perfectamente en Villaconejos–, las procesiones 24/7 también se han convertido en un auténtico calvario –nunca mejor dicho– para quienes vivimos en la ciudad, por el caos que generan en la movilidad/seguridad, y porque hay muchos no creyentes que respetan la Semana Santa pero que probablemente no les agrade soportar estas manifestaciones religiosas durante todo el año. Y si a ello unimos que algún que otro procesionario ha empezado a relajar sus modales con los ingenuos que se aventuran a cruzar mientras ellos pasan -por una urgencia o porque estén desesperados-, el ambiente se enrarece aún más respecto a estos eventos fuera de lugar y contexto.
Y mientras todo esto sucede en una capital que quiere serlo de la cultura europea en 2031, la OCG se desangra con un presupuesto ridículo, mientras las orquestas de Sevilla/Málaga son bien financiadas por la Junta.
Los agravios a la cultura viva de Granada nada importan, porque con unos karts y un bocadillo de chistorra –que está tan de moda– pasamos el día entre santos a destiempo y espectáculos más propios del chonismo populachero que de una Granada que pretende convertirse en referente cultural de primera magnitud.
Falta mucho por aprender en Granada si queremos triunfar alguna vez en algo distinto de la Alhambra y Sierra Nevada. Antes de que nuestros políticos organicen/permitan determinados eventos, deberían preguntarnos ¿no creen?
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