Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

El lacayo de Puigdemont

Sánchez se ha convertido en un obediente criado que admite un insaciable chantaje

El grotesco esperpento, tantas veces mencionado por el columnista, se está confirmando día tras día: un prófugo de la justicia que escapó en el maletero de un coche, tras ser el cabecilla de numerosos delitos contra el Estado de una nación a la que desprecia, se ha convertido en el que marque los destinos de la misma. Ha encontrado un cómplice que, además, ha aceptado ser su obediente criado por mantener su inquilinato en La Moncloa. Sánchez podrá ser presidente del Gobierno, pero quién mandará de verdad será Carles Pugdemont desde fuera de España. Se ha confirmado, por si había duda, en la primera votación de los decretos de Sánchez. La portavoz de Junst, el partido del prófugo, negó en el debate su voto afirmativo hasta no recibir por escrito, horas después, el compromiso de aceptar todas y cada una de las nuevas exigencias del insaciable amo –aparte de las ya conseguidas de amnistía, eliminación de delitos del Código Penal, etc.–, incluidas funciones exclusivas del Estado cetral como es el control de la inmigración, cosa que convierte a Sánchez –y de paso a un partido de histórica solvencia, hoy ya perdida, como era el PSOE– en lacayo del prófugo de Waterloo. He empleado este calificativo para definir otras actitudes de gobernantes españoles, como la del presidente Aznar, siguiendo las directrices de Bush, en la invasión de Iraq, en un artículo publicado en Ideal el 15 de febrero de 2003, en la serie de comentarios realizados ante aquella nefasta guerra, y que bajo el título de La matanza de los inocentes se recogió en un libro publicado por la Asociación de la Prensa, entre otros escritos que dediqué “a todas las víctimas de las guerras, los terrorismos, la opresión y la injusticia”.

Servir a los amos no es cosa grata, si estos te humillan constantemente. Pero aceptar chantajes para que te mantengan dónde estás, aceptando las insaciables apetencias del amo, es una indignidad que ni siquiera es comprensible intentando convertir la necesidad en virtud. Sánchez es ya un lacayo de Puigdemont que hará lo que este le mande, sea lo que sea, en esta legislatura. En la vida real tal vez esta actitud de servidumbre pueda ocultarse con una sonrisa irónica, con mentiras y engaños constantes, pero en política es difícil mantener permanentemente esa postura, sobre todo cuando se representa a una nación, incluso una autonomía o un modesto ayuntamiento. La dignidad es lo último que puede perder un ser humano, aunque se considere lo penúltimo en la vida política. Veremos hasta dónde llegan chantajistas y chantajeados en el transcurso de esta legislatura que se presenta con ingredientes tan grotescos y esperpénticos.

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