Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Con la melancolía de quien despide un amigo, me siento ante esta página en blanco. No es un adiós definitivo, pero todo cese conlleva una pequeña muerte, un breve luto por la rutina que se interrumpe. Esta columna fue confesionario. Asombros y desvelos, epifanías cotidianas y grandes interrogantes existenciales. Navegamos en esta turbulenta sociedad, buscando un faro de lucidez en medio de la niebla. Celebramos victorias del espíritu humano y lamentamos sus tropiezos. Hablé de libros que transformaron, películas que conmovieron, músicas que arrastraron a otros mundos. Desnudé mi alma de escritor, con miedos a la página vacía, con mi obsesión por la palabra justa, con mi búsqueda de sentido a un mundo empeñado en desdibujarlo.
Han sido mi espejo, mi eco, mi aliento. Sus mensajes, sus me gusta, recordaron que no escribía al vacío. Que mis palabras, torpes o acertadas, encontraban eco en otras mentes, en otros corazones. Discrepancias me enseñaron más que elogios, forzándome a revisar argumentos, a cuestionar certezas, a ver el mundo desde otra perspectiva. Mi motor, mi motivación, la razón última por la que cada noche aporreaba el teclado buscando la chispa, la idea, la frase que mereciera su tiempo, su atención.
Agosto espera. Caminaré dejando que las olas borren mis huellas, como espero que este paréntesis borre el cansancio y el peso de las fechas de entrega. Buscaré el silencio fecundo, ese donde las ideas cocinan a fuego lento. Y cuando los días acorten y el aire presagie el otoño, volveré a esta mesa, a esta pantalla. Con historias que contar, reflexiones que compartir, con la misma pasión, si no mayor, por la hermosa tarea de comunicarnos. No sé qué deparará el futuro, qué temas ocuparán nuestras mentes. Pero las ideas buscarán su cauce, y yo, humilde cronista, volveré a buscar el diálogo con ustedes, mis compañeros de viaje.
Hasta entonces, les deseo un verano de paz, de alegría, de descubrimientos. Que la luz les sea propicia, que las preocupaciones se disuelvan con la brisa, y que encuentren tiempo libre para un espacio de sosiego que niega la vorágine de la vida. Guarden hueco en su memoria para estas humildes columnas, y prometo que, con la llegada del otoño, las volveré a llenar con la misma honestidad y dedicación de siempre.
Con abrazo sincero y la promesa de un pronto reencuentro, Su escritor, con el corazón encogido y la pluma en reposo.
También te puede interesar
Lo último