Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

La mirada perdida

El tiempo es muy largo para los que sufren, aunque, como escribió Shakespeare, sea eterno para los que aman

No concibo mayor desconsuelo que sentir el dolor de alguien a quien quieres y no poder aliviarlo. Es terrible vivir la congoja que a tantas familias atenaza; la angustia de ver a quien fue el sostén de tu infancia, el ejemplo de tu juventud y el referente de tu madurez deambular entre miedos, aprensiones y desconfianzas. Sin saber a veces, ni quien es, ni dónde está, ni quienes le rodean. Atravesando una y otra vez la leve línea que separa el sueño de la pesadilla sin discernir donde está en cada momento. Torturado por el pánico cuando advierte que sus mañanas, tardes y noches transcurren sin novedad alguna. Percibiendo como la vida se diluye en detalles nimios que le atormentan. Hasta el punto de que saber dónde está su reloj es el mayor de sus desafíos y mirar por la ventana, buscando una vieja rutina que se le escapa como el agua entre las manos, se convierte en un alivio. El tormento de una mirada perdida, que quizá ve, pero ni mira, ni observa.

El padre es una de esas películas que desgarra al espectador. Una historia que se vive con la emoción a flor de piel y un nudo en la garganta. Porque, más que espectador, eres parte. Sobre todo, si lo has vivido alguna vez. Nadie va a descubrir a estas alturas la gigantesca figura de Anthony Hopkins, ni la excepcional solvencia de Olivia Colman ante las cámaras. Una conjunción perfecta que nos regala una excepcional obra de arte. Pero El padre va mucho más allá. En apenas tres habitaciones y un pasillo se concentra una realidad que no es ajena a miles de familias. La de ese mundo que poco a poco se va empequeñeciendo hasta reducirse a la nada del olvido. Un espacio desconcertante que desaparece. Y en el que cada día, vacío, se convierte en una eternidad. Porque el tiempo es muy largo para los que sufren, aunque -como escribió Shakespeare- sea eterno para los que aman.

El padre no es una comedia romántica, pero derrocha amor; no es de superhéroes, pero es pródiga en heroísmo; no hay acción, pero te mantiene en tensión; no hay aventura y sin embargo es la mayor aventura; no es nada y es todo. Porque es la vida. Plasma la aterradora dureza de una realidad compleja, dura y difícil narrada de un modo hermoso y conmovedor. Esta es una de esas veces en las que el cine, como todo arte que se precie, nos revuelve por dentro. Y en esta sociedad que endiosa la juventud, El padre es un sentido homenaje a quienes más lo merecen.

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