Brindis al sol
Alberto González Troyano
Rafael?Zabaleta
Cuando oigo, leo o veo a unos y a otros reivindicar para sí y los suyos ‘La Verdad’ (así, con mayúsculas) me vienen a la mente los versos de Machado: “Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Es ensordecedora la batalla que hay ahora por imponer el propio relato. Hastía. Casi que sólo dejan como opción esto que empieza a ocurrir: gente que decide desconectar de todo ese run-rún ensordecedor de los vendedores de verdades que, a poco que les busques las costuras, pretenden algo más que convencer. Siempre alguien paga. Siempre. Ellos solos no podrían costearse giras, púlpitos o su presencia estudiada en redes. Quien les costea, en buena lógica, busca una rentabilidad. Pero hay resortes para desactivar estas astucias y engañiflas del interés económico camuflado de política, gratuidad o simple afán cultural. La primera es observar desde donde hace sus proclamas. Si es desde el poder mismo, hay que desconfiar casi por defecto. Es consustancial al ejercicio del mando reservarse datos que permiten conocer toda la información que aclara la realidad. El poder para protegerse nunca lo permitirá. Dosifica, trocea, administra la cantidad de verdad que considera digerible. De ahí que escatima datos que le puedan perjudicar. Más claves. Quién financia. En los cursos que he impartido sobre ‘Alfabetización mediática’ en institutos, cuando preguntas quién les contó tal o cual noticia te responden muy resueltos: “Tik Tok” o “el insta”. Sí. Confunden el medio con el autor de la información, confusión que beneficia al que desinforma. Tomarse el trabajo de verificar la fuente te permite saber a qué intereses obedece la ‘versión’ de esa ‘verdad’. Muchos te dicen incluso: “sí sí, ese medio es el único que dice la verdad”. Pero no, no hay información neutra. Sería, además, muy aburrida. Nos llega con una carga de intencionalidad. Hay muchos recursos. Uno más, por no agotar. ¿Hay arrogancia? Malo. Escasea mucho, pero existen algunos que dicen su verdad simple y llanamente. Sin mayor aspiración que comunicar lo que ellos ven, perciben o sienten. Las más de las veces son muy pocos los que les escuchan. Suelen ir contracorriente y predicar en el desierto ante audiencias minoritarias pero cualificadas. Y no. No es cosa de estos tiempos. Es de la noche de la humanidad. Por eso, lo mejor, es sumar, escuchar a todos (también al que nos incomoda) para encontrar esa porción de sinceridad que nos ayuda a construir ese edificio que es vivir en verdad.
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