VIAJAR en coche en verano da para mucho, o para poco, según el presupuesto que uno tenga, ahora que no hay quien llene el tanque de gasolina a un precio razonable. Lo cierto es que en los últimos días he hecho cuatro mil kilómetros y me he topado en la radio, por casualidad, con tres canciones seguidas, de épocas diferentes, que tratan el mismo tema. La primera es de los ochenta, del cantautor más hortera y a la vez más escuchado entonces: Perales. Se llama Tentación y es un diálogo con "ella", la dulce compañía, la aventura, la ternura, la mariposa que vuela entre las rosas, a la que el narrador resiste y por fin desestima porque quiere sólo a su mujer y no es capaz de engañarla con la que se convierte en tentación. La segunda es de 1996, aunque parece cada año más actual, porque Sabina siempre está de moda. Se llama Y sin embargo. La situación es francamente distinta, porque el narrador dialoga con su mujer y le dice que de sobra sabe que es la primera, que daría la vida por ella, pero que a la vez en cada momento le engañaría con cualquiera. Que cuando está con ella piensa en otras y cuando está con otras piensa en ella. Ya se sabe que Sabina se pasa siempre tres pueblos, pero peor es sentir eso y no reconocerlo.

La tercera es de 2003, la canta El Cigala, y en ella el narrador habla con otro y le trata de explicar cómo se puede querer dos mujeres a la vez y no estar loco. Dice: "Una es el amor sagrado,/ compañera de mi vida,/ esposa y madre a la vez;/ la otra es el amor prohibido,/ complemento de mis ansias/ y a quien no renunciaré". Si Sabina bucea en el fango, El Cigala lo supera con creces, porque alardea de su condición de bígamo o promiscuo. Y lo peor es que esa canción no es ni de la transición ni del siglo XXI, sino de los años cuarenta, época ferozmente franquista, interpretada por Antonio Machín, el inocente de los angelitos negros. ¿Será verdad que nada hay novum sub sole?

Lo más interesante del acercamiento de estos tres textos es que, a pesar de que no esté de moda decir que la fidelidad es un valor y de que Perales apesta a naftalina, toda persona sensata querría identificarse con el individuo que quiere a alguien de modo total, exclusivo y perenne, porque la naturaleza del amor es así, y punto. Pero, claro, siempre uno queda mejor en una fiesta de verano, con una copa de alcohol en la derecha y la izquierda por encima del hombro de una desconocida, afirmando que Sabina es un tipo deputamadre y que qué razón tiene y que qué duro es no ser feliz. Infalible para ligarse a una guiri.

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