
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
A Montero no le salen las cuentas
Muere un Papa y a los dos días del solemne, sobrio, vistoso entierro, un apagón deja horas sin luz, ni Internet, ni semáforos, metro, teléfono o nevera a una enorme masa de españolitos sin grupo electrógeno que lo remedie. De pronto, añoras la luz mientras caemos en masa en la cuenta de que este ser adictos a lo eléctrico puede venirle genial a Elon Musk y su casta pero al resto nos viene mal pero que muy mal.
La coincidencia de dos hechos globales marcados por la pérdida de luz (la papal y la de la lámpara del salón) seguro que los de Iker Jiménez sabrán sacarle sus esotéricas conexiones. Los demás, pues a tirarnos a la calle a, por lo menos, que nos dé el ?aire y no añadir soledad a tanta oscuridad.
Mientras sabemos qué ocurre, recorro el centro en un medio día insólito con los tenderos en la puerta del negocio a la espera de la reconexión que recuerdan los relojes digitales detenidos en esas doce y treinta y tres en que un país entero se detuvo.
Los rumores suplen la ausencia noticias con indicios de una pseudoverdad que apunta a que es nacional e incluso, dicen, afecta a Francia y al menos a Portugal. Te sorprendes. El farmacéutico de cabecera me recomienda la paciencia que él mismo cultiva en la puerta de su botica. No queda otra. Un amigo me dice que viene de rezar, que con Dios no hace falta la electricidad. Buena opción.
El señor del kiosko sube la apuesta comentando que podría haber sido un hackeo de los rusos. María, la encantadora estanquera de la Fuente de las Batallas, dice ignorar el motivo mientras cobra el tabaco en efectivo en estas horas de regreso a la Edad Media literal.
Las llamadas a los familiares no sirven de nada. Decides ir en modo presencial. Tomas el bus y continúas con la información que poco aclara sobre algo global. Te extraña que, en pleno siglo XXI, no hubiera previsión ni remedio inmediato. Seguimos en manos del azar cuando creímos que estaba todo bajo control. Pues no. Ya lo vimos en la pandemia y ahora en este apagón total.
Lo colectivo toma el mando. Dejas de ser sujeto que rema en solitario y te conviertes en un madero más a la deriva en el mar de los acontecimientos a la espera de que vuelva esa normalidad luminosa que ahora añoras. Confías y sigues atento. Te relajas. Dicen que ha sido un cambio brusco de tensión de la red nacional. Será.
Habrá que encender ya las velas que las sombras se adueñan de todo y al menos quieres poder ver la luz un ratito más.
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